Movilizar a las personas, a la sociedades, tienen una medida
y nos estamos pasando. Ayer en Zaragoza salió a la calle la Marea Azul, y fue un relativo fracaso. Hay motivos para seguir cabreados, muchos motivos que
van incluso creciendo. Hay que demostrar que estamos hartos. Pero los que
organizan y deciden los tempos y las cantidades de movilizaciones se han
equivocado en las frecuencias.
Salió a la calle la Marea Azul, largamente
preparada en Zaragoza y que contaba con un gran número de organizaciones que había previsto
un gran éxito. Se había realizado donaciones para poder hacer una gran ola azul
con telas que cubriera el máximo espacio de la Plaza del Pilar. Aquellas
pequeñas donaciones funcionaron pero no así el número de personas que acudieron
el sábado a la plaza a demostrar su rechazo a la privatización del agua.
Convocados por asociaciones ciudadanas, ecologistas y
sindicatos y con el lema de "El
agua no se vende, se ama y se defiende" acudieron unas 2.000 personas
según los organizadores, aunque personalmente creo que muchas menos, pues se
nos ha olvidado contar personas desde hace décadas.
No es posible seguir movilizando a las mismas personas pues se queman, se cansan, se agotan. No es posible seguir movilizando a las mismas organizaciones ciudadanas, a los mismos gestores de sindicatos o de partidos políticos afines, pues se les impide dedicarse a lo único que debería importar. Buscar soluciones.
Contra los que van las manifestaciones saben sumar, mirar y
observar. Toman nota de todo. En la marea verde tantas mil en la blanca unas
pocas menos, en la gris no vino nadie, en aquella acudieron los mayores, en la
otra las mujeres. Les damos pistas y todas ellas negativas para conseguir el
éxito. Al ajedrez hay que saber jugar muy bien y además no explicar tus
movimientos enseñando con la mano la pieza que vas a mover.