Ya sabemos que si vamos de comidas por Barcelona es posible
que nos espíen. Acojonado estoy con tanta barbaridad política. Tras Joaquín
Almunia, Carod Rovira o José Montilla ya no queda nadie sin ser espiado. En los
wáteres o mientras se toman la sopa sorbiendo con gusto. Nunca se sabe qué se
esconde dentro de una rosa o de una margarita. Ni Mortadelo se lo hubiera
imaginado.
Dicen que hay 20.000 fichas de espionaje a la venta, así que
en breve veremos en Sálvame de Luxe saliendo fichas de políticos y tonadilleras,
mezcladas y no revueltas. Jodo con los de Método3, cuanto curro ¿no?
Esto en Barcelona, que en Madrid, Valencia o Sevilla pasará
otro tanto. Yo me apresuro a decirlo rápido. Una vez me senté con un tipo de
Ecologistas en Acción y tuve los bemoles de hablar bien de Gran Scala. Lo aviso
para cuando salga mi ficha. Eso si, luego me arrepentí demostradamente, pero
allí queda el error, por si tengo que ir a la tele a contarlo. Y una vez
reunido con dos concejales de Zaragoza tuve la tentación de vaciar un aire, y
casi logré contenerme, lo digo por que han avisado que los micrófonos son de
alta gama y pillan todo. Jodo, qué preocupado estoy.
En cuanto nos hayamos tragado lo de Urdangarín y lo de los
sobres llenos del PP, nos viene encima lo de los espías catalanes a
entretenernos la semana. La verdad es que resulta un detalle ahora que hay
tanto parado el que vayan surgiendo noticias escandalosas, así los parados no piensan
en armarla, sobre todo siendo que no hay obras a las que acudir a criticar sobre
como se pone el cemento. Todo un detalle de los espías, que lo hacen para
entretenernos.