Mariano Rajoy
está vencido, resulta patético y apagado, está en un momento en que ha perdido
el tren de las decisiones y se ha comportado ante la gravedad actual como se
esperaba de él, lento, sin respuestas, sin saber comunicar, errando en lo más
elemental.
Ayer Rubalcaba
pidió la dimisión de Rajoy en un ejercicio absurdo una vez más, pues no va
acompañada de la lógica parlamentaria. A estas alturas, si se está seguro de
que Mariano Rajoy lo está haciendo muy mal, lo que debe hacer el PSOE es presentar
una moción de censura, con todo lo que esto conlleva.
Un Presidente
de Gobierno no puede ser el Secretario General de un partido con tantas
sospechas sobre sus tejados. Es insoportable para el país, para el sistema. No
lograr resolver este problema, con ramificaciones que van en aumento como los
contratos o Seguridad Social de Bárcenas o el asunto Ana Mato, es de una
incapacidad política inconcebible.
La parálisis
política en nuestro país es deprimente, las posibilidades de recambios parecen
nulas. Los ejemplos de atención hacia Ada Colau y Beatriz Talegón nos muestran
las ganas, los deseos, las necesidades brutales por encontrar a nuevas personas
que desde la política sean capaces de abrir las puertas y las ventanas y dejar
que entre el aire fresco. Simplemente necesitamos nuevas personas, nos
conformamos con eso, con que sean nuevas.
El futuro no
será fácil, los cambios son cada vez más necesarios y más amplios en una nación
civilizada y creíamos que democrática. Es tanto el trabajo político que hay que
asumir, que parece imposible lograrlo en los próximos años. Es imprescindible
que todos los políticos actuales empiecen a plantearse su jubilación, y los
sistemas judiciales deben actuar más y mejor, modificando leyes y normas para
evitar los abusos constantes desde la política.
Puede que
nada cambie desde fuera, de la cáscara, pero de lo que no hay duda es de que
por dentro está todo ya cambiado, muy cambiado, y la podredumbre tendrá sus consecuencias.