Hay que ser
sinceros con el dinero negro, sin intentar que por ello nos tengamos que rasgar
las vestiduras mentales. En España todas la empresas tienen contabilidad B y
disponen de dinero negro. ¿He dicho todas?; bueno es posible que haya una o dos
que no, la tuya, pero solo esasy por que la has abierto hace poco.
Esto está
dentro de la triste filosofía empresarial de España, de la empresarial y de la
personal, pues quien entrega y quien recibe dinero B de las empresas son
siempre personas. Quien luego emplea ese dinero para sus gastos son en una gran
medida personas, aunque también empresas. Hay que pelear por que esto no sea
dramático, por bajar estas prácticas, por limpiar y pulir, pero hay que empezar
por asumir.
Todas las
empresas, repito, tienen contabilidad B. Y no hay problema, quien diga que no,
que las puede haber, simplemente mienten o no tienen ni puñetera idea de gestionar
una empresa. Duro pero real. En todas la empresas hay necesidad de tener dinero
B en algún momento para poder vender, para poder comprar, para poder pagar.
Duro, vergonzoso, pero nadie lo está evitando.
Así que aun
asumiéndolo como una práctica habitual en todas las empresas (incluidos los
despachos profesionales), nos debemos rebotar brutalmente por los dineros en
sobres de cualquier partido político por dos motivos fundamentales. Por tontos,
lo primero. Y por intuir lo que se esconde en la recolección de la cosecha de
dinero negro de las empresas, lo segundo.
Lo grave —aunque
nos parezca lo contrario a los que no recogemos sobres—, no es la actitud de
quien está tocado por la suerte del sobre a fin de mes o del trimestre. Lo
grave es saber de donde sale el dinero B y por qué motivo se recibe. Lo grave
es la cantidad de esa contabilidad, los usos en entradas y salidas, la idiotez
de quien lo ha gestionado.
Con el dinero
B se pueden hacer muchas cosas, algunos incluso lógicas y básicas. Otras
delictivas e incluso algunas gravemente peligrosas. Por eso la situación es muy
grave, por que con esas cantidades dibujadas, se puede hacer de todo, sin
restarle valor a la sospecha de que en realidad serán muchas más de las que se
supone.
Tan grave e
importante es saber por qué se cobra dinero B, como saber para qué se usa ese
dinero B. Pagar sobresueldos a colaboradores sería el fin menos malo. Pero
puede haber otros. Muchos otros que cada uno de nosotros podemos intuir.
Y ya para
acabar y no meterme en más líos, decir que los jamones de Navidad, las
corbatas, las entradas al teatro, los viajes con restaurante, el iPad o el
teléfono, un ramo de flores a tu pareja en el cumpleaños o un regalo para
celebrar una tontada; también son dineros en B si no se declaran como ingresos
o si no se pagan con arreglo a ley. Que todo está ya tasado por normas fiscales,
aunque algunos las olviden.