20.4.22

Ocho primeras pinceladas para evitar la corrupción política

Constantemente estamos escuchando casos de corrupción política en muchos países occidentales, pero voy a centrarme en España, pues necesitamos regenerarnos. Así que tal vez sea buena idea que vayamos dando pinceladas para ver si entre todos conseguimos algo de luz, de reflexión o de soluciones. Son ocho básicas ideas, que se han ido repitiendo, pero que no parecemos ser capaces de empezar a tomar.

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La profesionalización de la política está haciendo un daño tremendo a la propia política. Creerse que somos dueños de los despachos es el primer gran error para resolver los problemas. La política es un servicio, no una profesión para toda la vida.

Desde los griegos, la política de primer nivel era una actividad en la que se entraba y se salía. Era un paréntesis en la vida, una actividad complementaria. No se nacía político, ni se crecía en la política, ni se trabajaba fijo en la política. Se entraba y se salía.

El número de políticos en España que provienen del funcionariado (del trabajo anterior como trabajadores para el Estado), es amplísima y negativa. No está reflejada en la política española, todos los demás sectores productivos o contemplativos de la sociedad.

Las posibilidades de lograr recambiar a los políticos desde dentro de las organizaciones políticas, son mínimas. Quien entra a ciertos niveles, siempre ostenta un poder de decisión orgánico, político y representativo muy alto. No es fácil ascender, que haya recambio, y si acaso ascenso promovido por los que ya ostentan un poder mayor al tuyo. O hundimiento con puñaladas traperas por la espalda.

Confundimos experiencia política por años de acumulación, experiencia acumulativa, con capacidad para gestionar problemas y crear equipos de trabajo. Confundimos poder interno con capacidad de ser reconocido e incluso temido. 

 Convertimos a los políticos en máquinas capaces de atraer votantes, a costa de olvidarnos que deben ser los programas los que de verdad sirven (o deberían servir) para atraer votantes.

Todos los políticos deben tener su empleo anterior en suspenso, y la seguridad de que van a volver a los 4 años o cuando termine su labor política. 

 Debe tasarse por ley la cantidad de años máxima que se puede ser representante público en el mismo puesto de responsabilidad.