Uno se podría
sentir Diputado, Concejal o Ministro, pero el poder lo dan los tesoreros con
los sobres. Si eres de los de 15.000 eres imprescindible, si de los de 5.000
eres importante. Si no lo recibes no eres nada.
Por cada
sobre que se entrega, hay otro sobre que se recibe. Debe y haber. No se puede
dar lo que no se recibe. ¿Por qué se recibe? ¿a cambio de qué?
Los que lo
reciben no lo declaran, luego, no hay manera de que hablen pues también se la
han jugado con Hacienda y prefieren callarse. Así que el silencio está
asegurado. Los mafiosos pusieron de moda la palabra “omertà”, que suena a
muerte.
El poder hoy
lo tiene quien en su bolsillo guarda la libreta con apuntes negros. Siempre se
apunta en una libretita o en un documento de Excel, depende de la edad del
tesorero. Pero se apunta, vaya si se apunta. Y hoy ese documento vale más que
un sobre lila de los gordos. Pero sobre todo ese documento vale no para ser
publicado, no, vale para ser destruido.
Alguien mira
esa libretita, sonríe y piensa en lo que vale el papelito y él mismo. Y vuelve
a sonreír.
¿Qué podemos
hacer ahora?, jodo, pues apagar la luz y ponernos a dormir. O bien empezar a
encender los focos y mirar por debajo de las alfombras del país de forma
contundente y con enormes cambios. Todo se nos ha ido al carajo, nada sirve.
No hay que
hacer reset, es falso. Hay que reinstalar un nuevo sistema operativo, comprarse
nuevos programas, cambiar la pantalla y el teclado y ponernos a rezar quien
crea, para que todo vuelva a funcionar mientras copias al nuevo ordenador lo
poco que hay salvable.
Efectivamente,
lo que se hará es apagar la luz. Es lo que tiene el miedo, que todo lo pinta de
negro.