Hoy me reunía
con dos trabajadores de una gran empresa zaragozana. Diríamos que líder mundial
en su sector, para no dar datos pero dejar su importancia sobre la mesa. En
estas semanas se ha tenido que tragar una rebaja del 10% de sueldos de manera
directa más otro 8% en diversos conceptos de convenio y un aumento de casi 60
horas anuales de trabajo. La reforma laboral de Mariano Rajoy o del PP, que
nunca se sabe bien, ha logrado que estos cambios laborales sean posibles y los
trabajadores opten por hacer huelga o tragar ante descuelgues o despidos
masivos. Si, se votó y el miedo hizo que se perdieran derechos de muchos años,
en un resultado claramente a favor de que no haya despidos, es decir, miedos.
Durante meses
han tenido muy poco trabajo, curiosamente esta semana les han llegado un buen
montón de nuevos pedidos, pero es con toda seguridad una casualidad casual y
curiosa.
La sensación
global es que la productividad de la empresa se va a resentir. España era un
país con grandes capacidades productivas desde empresas en donde los convenios
colectivos eran de calidad. Los trabajadores —en muchos casos con grandes
peleas sobre sus espaldas hasta conseguir lo que ahora han perdido en pocos días—,
saben lo que es trabajar con sumo gusto y lo que es trabajar a disgusto.
Creo que la
productividad en España sale perdiendo con estos recortes imbéciles, que al
final serán las empresas españolas las que saldrán perdiendo que dejarán de
tener el activo de la calidad y de la productividad excelente, antes de la
deslocalización definitiva en busca de mercados más baratos aunque peores. No
sabemos defender lo que nos diferencia como mercado de trabajo, y entramos en
una pendiente complicada. El daño que se está produciendo en nuestro mercado
laboral, social, productivo, gerencial, de excelencia, es enorme. Pero parece
que no somos capaces de encontrar otras fórmulas que el abaratamiento de todo
nuestro país.