Cada día se
escucha más la idea de que España debe ser un país exportado de vivienda. Suena
bien al añadir la palabra “exportación” pues todos tenemos interiorizada la
necesidad de exportar. Bien, son marcos mentales útiles, empleados para vender
ideas, que si se saben emplear funcionan bien desde siempre. Con los marcos acotamos ideas y las empaquetamos limpias de polvo y paja.
Veamos qué
queremos decir, qué quieren decir sobre todo los promotores de vivienda.Qué debemos revisar, revolver, renovar, de entre nuestras ya condicionadas maneres de pensar sobre un tema que sin ser novedoso puede ser una solución. Si se hace bien —mucho cuidado—, que tenemos tendencia a estropear casi todo lo que tocamos.
En momento de
crisis seria hay que replantearse qué activos tenemos como país para intentar
vender más y mejor, para defendernos. Un gran número de los 3 millones de
desempleados nuevos son trabajadores directa o indirectamente asociados a la
construcción. Trabajadores además de un nivel laboral bastante cerrado de posibilidades de adaptación, que
resulta complejo "reenseñar" hacia otros sectores.
Además es
asumible por todo que España es un gran país para vivir, que podemos exportar
“modo de vida”, sol, clima, gastronomía, turismo, tranquilidad en suma. Hasta
ahora lo hemos realizado encuadrado en el turismo como gran actividad
empresarial de España que cuadraba sus cuentas económicas. Pero ahora empieza a
surgir con fuerza la posibilidad ayudada por el acortamiento de los tiempos de
desplazamiento, para que vendamos también tiempos más largos de convivencia en
nuestra sociedad.
En este
camino va la nueva idea (copiada de otros países, hay que señalarlo) de
entregar permisos de residencia a quien compre viviendas en España. Pero las
ideas van más lejos. Se podría cambiar deuda pública o de entidades financieras
por paquetes de viviendas variadas hacia nuestros deudores europeos. Se podría
dar entrada a empresas de variado tipo que ayudaran a los extranjeros a
asentarse en nuestro país. Desde empresas financieras que negociaran hipotecas
desde sus países hacia sus ciudadanos, empresas promotoras, de venta de
inmuebles, de asesoramiento, de alquiles, de traer hasta nuestro país sus
propias costumbres de venta y ocio, de alimentación o cultura.
A un ruso,
por ponerle un ejemplo al invento, le interesa tener sol, también paella e incluso
flamenco. Pero si desea comprar una vivienda desea seguridad financiera, poder
tomar cuando lo desee sus propios alimentos y tener una base cultural que le
sea afín, pues quiere saborear ambas posibilidades, la suya de nacimiento y la
de España- Ya no deseamos que venga 15 días sino que venga meses.
Exportar
vivienda tiene sus puntos complejos de asumir, pero los mercados todo lo
resuelven con su lógica. Debemos asumir que todo cambia y que España debe
optimizar sus recursos y ponerlos a la venta si deseamos poder continuar con un
sistema de vida de una cierta calidad. Acabados los clientes interiores, hay
que buscar clientes exteriores, aunque algunas cosas chirríen.