La tendencia
separatista o de autodeterminación de algunos territorios con componentes históricos diferentes a los países
con los que se integran, no son en estos momentos un fenómeno social en
exclusiva de España.
En estos
momentos, situaciones sociales que avanzan en un mismo sentido dentro de
Europa, se dan en Italia, Bélgica, Gran Bretaña además de España e incluso hay
algunos abandonados proyectos en Francia.
Cuando las
situaciones económicas son malas, los territorios del norte se vuelven contra
los de sur, ya así sucede con el Norte de Europa contra el Sur de Europa, o en
procesos más locales, de territorios más ricos contra los más pobres, o de los
que han sido históricamente diferentes contra los que no comprenden bien estas
diferenciaciones.
Es cierto que
cuando se es débil, cuando la economía aprieta a las sociedades, suceden los
dos fenómenos a la vez. Que surgen más los procesos de independencia y que
además son los peores momentos históricos para estos procesos. Como además se
enconan las sociedades, surgen las violencias, las ideas de que solo es posible
la independencia con la pelea, la cerrazón social y el extremismo en las
posturas de ambos grupos sociales.
Plantear la
solución desde los ojos cerrados, pensando que la razón es solo mía, atacando
al “otro” pensando que no tienen ninguna razón, avisándoles a los que se
intentan separar que los odiaremos a muerte por los siglos, es el peor camino
posible.
A quien desde
un territorio plantea una separación, ya asume con antelación que no será
fácil, que tendrá que ser violenta en el peor de los casos, que poco a poco
tendrá que defenderse de los odios con sus propios odios, que pelea por el
futuro de sus hijos y no por el suyo, que no quiere escuchar nada que no le sea
favorable. Es decir, ya se pone en el peor de los escenarios posibles. No le
digamos nunca a un catalán que no podrá pertenecer a la UE si se sale de
España, porque simplemente se ríen.