18.10.12

Algunos jóvenes deben saber dignificar sus vidas y exigir un futuro

Es normal, habitual casi, ver a jóvenes de ambos sexos, que de manera individual se denigran en programas de televisión, en la calle, en reuniones de juerga. Pierden su respeto, se convierten en marionetas, en seres llorosos sin razones, que no saben tener la dignidad mínima para seguir siendo personas en el futuro, con una capacidad de respeto y de ser respetadas. No hablo de un momento puntual, me refiero a actitudes que se repiten en sus vidas y que no son provocadas por otros, sino que se han convertido en una manera de vivir.

La pregunta sencilla y primera si se ve con la distancia correcta, es pensar: —¿Pero los padres no les dicen que se están denigrando?
A los padres no les hacen caso —casi es muchas veces peor que intervengan los padres— cuando hablamos de jóvenes casi independientes, que saben jugar con su cuerpo, su salud y su libertad, pero todavía no saben ganarse la vida básica. A los primeros que NO hacen caso es a sus padres.
Son seres incapaces, no pueden vivir con independencia, si no es jugando a venderse de alguna manera (hay muchas). Pero sí saben jugar a manipular, a vender vicios o su cuerpo, a comprar diversión a cualquier precio, pensando que la vida se acaba mañana mismo.
Los padres que tienen hijos así, solo aciertan a  preguntarse los por qué, pero en casi todos los casos es tarde la pregunta y hay que actuar con urgencia. Algo por cierto, sumamente complicado. Las educaciones hay que intentarlas desde niños, sabiendo que sin equivocarte, no está garantizado el éxito en la educación; pero que si lo haces mal, el fracaso está asegurado. No es fácil ser padre o madre, y si tienes deudas pregúntaselo a los tuyos.
Pero hoy los hijos viven por encima de sus posibilidades reales y personales. Gastan mucho más que sus padres, sin ganar nada de sueldo. No me sirve de nada que el mercado de trabajo esté mal. Es la gran y perfecta excusa para ellos. Eso lo debo decir yo, que soy padre y casi abuelo, pero no los jóvenes. Su obligación es rebuscar el trabajo, conseguirlo y si no es posible, quejarse hasta romperse las manos en la pelea. Lo mismo que hacen muchos millones de jóvenes, pero QUE NO HACEN otro buen montón de millones de jóvenes en España.
¿Qué pensarás cuanto tengas 40 años, si te ves reflejado en una situación como la que provocas tú mismo? ¿qué pensarías, si fueran tus hijos los que se denigran en programas o en discotecas o en la calle, como lo hacen cientos de miles de jóvenes todos los meses?