Las
entrevistas en televisión no son obligatorias. Son importantes, son
imprescindibles para trasmitir y comunicar, son beneficiosas para quien las
hace bien. Pero no son obligatorias.
Cuando no se
tiene nada que comunicar, cuando no se desea responder a las preguntas, cuando
se intenta salir por la puerta de acceso a la nada, cuando no se está seguro de
sí mismo, lo mejor es no acudir a una entrevista de televisión.
Se empieza
nervioso y se nota. Se sigue sin responder a nada que suene a economía para no meter
la pata y se nota. Se trabaja bien los asuntos políticos básicos pues son
muchos años de escuela y se sabe bien la lección de Galicia y el País Vaso,
solo faltaría. Pero poco más. No he leído ning
ún
comentario a la entrevista, prefiero equivocarme que salir mediatizado a la
hora del papel en blanco. Pero espero mañana conocer dos cosas.
Una: es los
espectadores que vieron la entrevista de Mariano Rajoy en La Primera.
Dos: saber
qué opinan en los medios que le entrevistaron, sobre las respuestas obtenidas.
No me ha
gustado el planteamiento periodístico, no creo en las mesas de cinco contra uno
que en realidad eran seis contra uno. Creo que es un error y que lo lógico
hubieran sido dos o tres periodistas (lo mejor creo que uno solo) de la propia
cadena de televisión. Pero la fórmula empleado ha salido mal por varios
motivos, todos ajenos a los protagonistas. Aquí Rajoy no tenía nada que hacer
mejor, que escurrirse de las preguntas a veces repetitivas que cada medio
deseaba hacer a quien habla muy poco.
No muy bien
realizado, con una fotografía pobre poco ayudada por una iluminación poco
intimista y una mezcla de periodistas excesivamente pegados los unos a los
otros, que no trasmitía modernidad ni calidad de escena. Para otra vez saldrá
mejor, si es que la hay-