Artur Mas se
ha ido cabreado de Madrid, tras cerrar Rajoy de un portazo suave —como le gusta
a él dar los portazos— la posibilidad de estudiar el problema catalán,
simplemente por que Rajoy piensa que no es un problema importante más que para los catalanes.
No se ha
enterado bien del asunto, pues sigue pensando que un problema sin resolver tiende a resolverse solo.
Decía el otro
día el incombustible José Ángel Biel, hoy Presidente de las Cortes de Aragón la
célebre frase: “El tiempo y yo, contra tres” adoptando la filosofía de Rajoy, pues
nada saber hacer mejor el líder del PAR en Aragón que convertirse al color de
los partidos con los que gobierna como si de camaleón se tratar.
Esta vez Cataluña
no tiene un problema diferente ni más portente al que el que tenía hace 3 o 15 años, simplemente es que
todo tiene su recorrido y va llegando a su final. Sobre todo si el encargado de
poner la meta juega a no ir alejándola según pasan los años, sino al contrario,
clavarla en un lugar fijo y esperar a que pasen los corredores por ella. Es una
manera de que acabe la carrera, pero si se trata de que no gane nadie, es mal
sistema, pues alguien ganará y lo que parece peor, alguien perderá.
No hay que
darla a Cataluña todo lo que pide, sobre todo por que pide mucho y muchas veces.
Pero si que hay que hacer un gran trabajo de responsabilidad política, entender
y respetar a los catalanes, y si por obligación hay que dar portazos es mucho
mejor darlos con sonido contundente pero abriendo las ventanas, que darlo con
sordina y no dejar que nadie se asome por el ventanuco.
Y sobre todo
no alentar a que la Casa Real se meta en camisa de once varas, para no
incendiar más que apagar un problema que se le complica a Rajoy y a España. No
tenemos fuerzas para que nos vaya creciendo la hierba más rápido de lo que
somos capaces de segar.