A este gobierno le importa muy poco que millones de personas salgan a la calle a protestar o a indicar lo que piensan. Se esconden en su mayoría absoluta jugando con las reglas democráticas según le conviene. Una veces si, muchas veces no.
Pero si además no somos capaces de reunir a millones de personas lo mejor es ponerse a trabajar sobre otras posibilidades de trabajo social, de pedagogía política. Los partidos políticos siguen creyendo que viven en el siglo XX y que con mesas, manifestaciones, recogida de firmas o notas de prensa se deberían resolver los problemas. Nada hay peor que no saber evolucionar y la izquierda en España está demostrando ser tan antigua como el comunismo en la Alemania del Este.
La derecha está que se frota las manos, sabe que tiene que aguantar los embates de una ideologías asustadas a las que considera caducas, aplaudidas desde una sociedad desmotivada y desafecta sobre todo lo que suena a política. Han sabido desconectar la queja a costa de reírse de ella y no saber defenderla y explicarla desde la izquierda. Lo tenemos crudo, pero gran parte de la responsabilidad es de nosotros.