Yo tengo un
perro guardián, un perro ovejero en casa que me cuida y me mima. Es un bichón
maltés nacido para cuidar ovejas, es decir es un perro raro como su dueño, pero
nadie le ha dicho cual es su trabajo, simplemente lo cumple y se siente
contento por ello.
Cuando me
levanto a mear a las 5 de la mañana (yo meo, ¿ustedes?) él se levanta aunque
esté muy dormido, y me acompaña para que no me pierda. No dice nada, me mira,
espera a que termine y me acompaña a la cama, que es la suya. A veces no me
levanto a miccionar para no despertarlo, pero tampoco es eso, me digo, y al
final ni duermo ni meo.
Cuando por la
noche estoy despierto hasta las tantas haciendo algo, él se queda en el pasillo
esperando a que termine, pues está programado para irse a la cama el último.
Primero acompaña a mi santa y cuando la deja tumbada me espera en el pasillo a
que yo digne terminar mi labor.
A veces le
digo algo a las tantas, para animarle a que se vaya a dormir, pero nunca me
hace caso. Es muy suyo y sabe cual es su trabajo. Esperar y cuidar que la
última oveja se vaya al redil. Se conforma con una masaje de espalda, con un
rascarle el cuello, con una sonrisa de aprobación. Pero es muy serio y suyo, y
las caricias deben ser pocas y cuando él las pida.
Si osan
llamar a la puerta, sea quien sea, ladra desesperadamente y se comporta como un
auténtico león brutal que se comería a los elefantes enteros. Si el que viene
le planta cara con un simple gesto, se viene a esconder detrás de mí, para
chivarme lo malo que es el visitante. Pero en cuanto el nuevo lobo visitante
deja de mirarle de frente, se le acerca sigilosamente y le grita un seco
gruñido para volverse a retirar hacia mi espalda. Más o menos le dice, “ojo,
que te vigilo, y a poco que te descuides te muerdo y me hecho a correr detrás
de mi…,de…, de mi oveja madre”.
Estas
navidades le voy a dejar sin paga extra, en solidaridad con los que lo están
pasando peor que él.