Lo que decidimos cada uno de nosotros a la hora de votar no
es la realidad social que tenemos en ese momento, tal cual, sino la percepción
que cada uno tenemos como votantes acerca de ella misma. Percepción que nos
hemos ido formando poco a poco a lo largo de varios años.
Una cosa es la realidad y otra lo que percibimos.
No se trata de que seamos “escasos” y veamos algo de manera
distinta a la real por incapacidad; no y ni mucho menos. Se trata de que cada
fuerza política y social, los acontecimientos y las circunstancia que se van
dando, crean en nosotros una percepción determinada por la suma de aciertos o
errores de unos y otros, hasta configurar nuestra decisión.
Cuando tú visitas Barcelona ves “una” Barcelona, pero hay
muchas Barcelona. Algunas nunca las verás pues eras un visitante, otras no
desearás verlas nunca, otras te atraerán por ser las típicas y las que casi te
obligan a ver cuando la visitas. Te sientes atrapado y atraído por una determinada
Barcelona. Tú elijes, tú decides qué Barcelona quieres ver. Pero la realidad es
otra.
Pero incluso viendo las mismas calles y monumentos, unos
viajeros mirarán hacia arriba buscando las bellezas de sus edificios, otros
mirarán su comercio y locales de moda y otros observarán a sus gentes y sus
particularidades. Cada uno saldrá con una visión diferente del mismo lugar, del
mismo momento. No es lo mismo tampoco mirar a las 10 de la mañana que a las 2
de la madrugada, en primavera o en invierno.
Cuando nos tengan que preguntar qué hacemos con Barcelona,
cada uno de nosotros opinaremos diferentes, por poner un ejemplo de lo que
hacemos a la hora de elegir candidatos, opciones políticas, gestores para
nuestros países.
Pero la realidad económica, política, cultural y social está
allí, aparentemente a la vista de todos. Pero lo que cada uno vemos es muy diferente.
Los que percibimos difiere mucho entre personas, pues percibimos diferentes
situaciones algunas veces de forma consciente y otras de forma inconsciente.
A la hora de votar cada uno vamos sumando todas las
percepciones propias, sin darnos cuenta eso si, algunas de ellas motivadas por lo que “otros”
nos han inducido y tomamos la decisión con arreglo al resultado de esa suma.
Algunos partidos políticos saben manejar muy bien estos ítem
de percepción social y constante, manejando su imagen lentamente y de forma
profesional para que el ciudadano no lo note pero le penetre. Otros en cambio
creen que esto son bobadas que no funcionan para nada o literalmente
manipulaciones mentales que no deben nunca utilizar. Pero la verdad es que
jugar en desventaja es un gran peligro si se quiere trabajar en igualdad de
condiciones.