Dicen que a
río revuelto, ganancia para los pescadores y eso es lo que ha debido pensar Artur Mas
cuando horas después de pedir ayuda al único banco al que puede pedírsela para Cataluña,
al de España, ha dicho que si tuviera Hacienda propia, esta situación no le
hubiera sucedido a Cataluña.
Pretende un sistema parecido al vasco, que sea
Cataluña quien recaude los impuestos y luego pague a Madrid, en orden inverso a
como se hace ahora, pero como es lógico con diferencias en los números pues el
orden si que debe afectar al resultado para beneficio de Cataluña.
Con
independencia de lo lógico o no de esta petición en estos momentos, que nos llevaría a un
federalismo sobre el que ya deberíamos haber avanzado algo más en estos 35 últimos
años, es cierto que como decía Puyol, parece que esto ahora “no toca” por
sensibilidad.
Intentar
justificar que los apuros económicos son fruto de la mala gestión que España
tiene con Cataluña, es simplificar en exceso el problema. Es cierto que Cataluña
aporta a España más de lo que recibe y que es según los catalanes el grave problema que lleva a Cataluña hacia
su déficit propio imposible de soportar, pero este grave problema, clave en las
relaciones entre Cataluña y España, es de muy complicada solución, incluso
histórica, que hay que tratar en tiempos de calma y no en momentos de crisis,
pues las soluciones que ahora se puedan aportar siempre serán inasumibles por
una de las dos partes.
Es cierto que
no parece de derecho que en España tengamos diferentes maneras de gestionar los impuestos, según territorios con más o menos historia propia sobre sus espaldas,
pero el corte para decidir quien si y quien no, es muy complicado de poner. A
unos territorios se les reconoce unos derechos históricos pero a otros no,
según conviene en el momento actual. Siempre se olvidan de que Aragón, por
poner un ejemplo, es un territorio histórico con los mismos derechos que sus
vecinos, por mucho que ahora seamos menos en número y en belicosidad verbal.