Cuando
observamos los datos del desempleo en España, comparados con los datos de otros
países vecinos con diferente historia y resultados económicos, debemos empezar
a preguntarnos qué hemos hecho muy mal en los últimos 35 años de vida social y
económica en España.
La crisis ha
sido el desencadenante de una anómala construcción económica y laboral, que
todos los sucesivos gobiernos en España, junto a los sindicatos y empresarios
no han sabido resolver positivamente.
España con su
24,3% de desempleo lastra el desempleo en toda la Europa del euro. De los 17,4
millones de europeos de del euro en desempleo, unos 5,5 millones son españoles.
Sin el desempleo de España y Grecia el desempleo en la zona euro sería similar
al de EEUU.
Es
insoportable que España esté en un 24,3% de paro. Que su población juvenil esté
en el 51,5%. Podemos decir erróneamente que gran parte de estas cifras se deben
a los sistemas de ayuda al desempleo. Y digo erróneamente por que los jóvenes
no reciben ninguna prestación por desempleo al no haber cotizado nunca y están
en una cifras de desempleo escandalosas.
Nuestro
sistema productivo es obsoleto e inútil. Incapaz de funcionar excepto como ha
quedado demostrado por el sistema piramidal de “la construcción cada vez más
cara”. No tenemos un tejido empresarial moderno, capaz, de un tamaño lógico,
con unos empresarios preparados y formados, con un sentido del beneficio y la
inversión con arreglo a lo que necesitan las empresas. No hemos crecido en
estos 35 años últimos en una formación de calidad, en una preparación continua
de la sociedad laboral para estar mejor preparados. Hemos descuidado las
universidades y la educación superior, no hemos ayudado a crear empresas, hemos
confundido emprendedor con especulador, y los políticos los hemos ido eligiendo
entre una clase funcionarial muchas veces poco eficaz y preparada para liderar
la sociedad.
Hay
soluciones rápidas pero imposibles. Volver a construir 700.000 viviendas nuevas
en este año más media docena de aeropuertos y 10 autovías; o bien que cada
español reciba 100.000 euros para gastarse este año. Curiosamente esta segunda
posibilidad es más fácil que la primera.
Y hay
soluciones lógicas pero lentas. Cambiar nuestro sistema productivo, formativo,
empresarial, control y selección política, educacional buscando el respeto y la
excelencia, modificar los impuestos, reformas laborales profundas pero en otro
camino al emprendido, reducir gastos en administración, insuflar dinero en
gasto público (si, con la deuda que tenemos), hacerse respetar en el mundo,
controlar los mercados negros y los fraudes fiscales de forma urgente y brutal,
lograr que la sociedad pierda el miedo y recupere el respeto hacia la marca
España.
Quien piense
que nuestro problema es Bankia, la deuda con Europa o inversores variados,
nuestra imposibilidad para tener liquidez en el medio plazo, la clase política,
el gasto en sanidad o que nuestro equipo de futbol no es campeón de Europa, no
solo está equivocado sino que sigue en el error del corto plazo. Nuestro
tremendo error es que somos capaces de tener seis millones de desempleados,
nuestro drama es que el mercado laboral y por ello social, es capaz de coger
pulmonía en cuanto pillamos un ligero resfriado. Somos un país “poco país”,
pero no por efecto de las autonomías o de los nacionalismos que algunos llaman
periféricos, sino precisamente por lo contrario, por los mal entendidos
nacionalismos españoles. En estas últimas décadas no hemos sabido construir un
Estado de estados que fuera serio y respetado, que fuera capaz de llegar al
federalismo con inteligencia social y económico; que supiera construir una
convivencia en el respeto pero sobre todo en la ayuda mutua y el convencimiento
de que hay que pertenecer a algo superior y creer en ello, para crecer como nación
pero sobre todo como sociedad.
España es un
cúmulo de sociedades que se odian, se recelan, se miran por encima del hombro.
Somos una sociedad fraccionada que piensa que su solución pasa por la amalgama
y por volver a darle vueltas a la masa del pan para que todo quede bien
mezclado. Nos ven desde Europa con precaución por dos grandes motivos. Por que
les damos miedo y por que les damos temor a que no seamos capaces de pagarles
nuestra deuda con ellos.
Si nosotros
no creemos en nosotros, ellos nunca creerán en nosotros.