No hay
posibilidad de que la izquierda se acerque entre ella misma, fraccionada y rota
en diversos espacios ligeramente diferentes, pero con personalismos que
imposibilitan los acercamientos. Han sido muchos años de peleas por los mismos
segmentos sociales, por las mismas ideas, por proyectos parecidos, que
procuraban diferenciar del contrario electoral a costa muchas veces de
enfrentamientos absurdos.
La
competencia real de la izquierda es la propia izquierda, en una visión miope de
lo que la sociedad necesita y reclama. SOLUCIONES. Cuando entre líderes de izquierda
se habla, se mira más “con quien se habla” que “de qué se habla”. Así es
imposible avanzar en sinergias, lograr acercamientos, intentar soluciones.
Debería existir
una debacle social mayor todavía que la actual para que surgieran intentos
reales de acercamiento.
En el camino
se han quedado muchas personas que han trabajado en organizaciones de izquierda
y que se han asqueado por diversos motivos. No se atisba ni un solo intento
serio por recuperar a todas esas personas que en un momento, decidieron
abandonar el trabajo activo en política. Son simplemente (como si fueran) un
estorbo para los que actualmente ordenan y gestionan la política progresista. Suelen
ser personas muy críticas y eso es un pasivo negativo en la forma de gestionar
las organizaciones por personas que en muchos casos dirigen más sus puestos de
trabajo que sus ideologías.
Hay ligeros
intentos de mesas de trabajo, parciales y con poca continuidad. Con leves
contenidos y más para cubrir sobre el papel necesidades impuestas o ya
acordadas, que para avanzar en nuevas soluciones.
La izquierda es
incapaz ce acercarse, pero la derecha que asiste desde la ventana, se frota la
mano, mientras la sociedad deja de creer. ¿Qué vendrá cuando entre todos
hayamos acabado con la política?