Ayer reunidos con amigos salió el asunto duro de la situación de la economía y el trabajo en España, a unas horas tardanas en que se nos habían acabado los temas de diálogo. Es complicado sacar temas duros en reuniones de amigos, por las diferentes opiniones de cada uno.
Hay personas que creen que no es para tanto. Son los optimistas. Los hay que creen que estamos a puertas del desastre. Son los pesimistas. Y están los que les molesta que se hable de un asunto así, pues odian todo lo que suena a sociedad y política. Son los desafectados.
Los hay que siguen sin ver a su alrededor el hambre, la falta de trabajo que mata vidas, el escaso futuro actual de nuestra juventud, las dificultades para mantener el actual sistema de convivencia y bienestar. Tienen suerte.
Lo curioso es que escuchan emisoras de radio en donde les machacan con mensajes pesimistas constantemente, y tal vez por eso creen que lo mejor es que explote todo, que no merece labor estar preocupados.
Uno de ellos tenía una hija con más de 18 años desempleada y estudios superiores de FP más varios cursos añadidos. Otro tenia a otra hija que encadena contratos de muy baja duración que le permiten ir viviendo pero sin seguridad. El otro estaba peor pues tenia una hija desempleada con más de dos años sin trabajo y un hijo estudiando un doctorado como mejor actividad en estos tiempos vacíos.
Curiosamente dos de las tres esposas de los amigos trabajaban en negro a tiempo parcial. Es tanto lo que hay que reformar, al margen de cambios en las leyes laborales que nos hizo Mariano Rajoy para contentar a los banqueros europeos, que estamos todavía muy lejos de encontrar la solución.
Deberíamos empezar (todos) por informar más y mejor a los ciudadanos, con un discurso consensuado y verdadero, para que cada uno supiera mejor donde estamos y hacia donde nos dirigimos.