La situación económica en España es tan crítica que sería lógico no hablar de ello. Escribir hoy sobre los orangutanes o de la tortilla de patata sería más inteligente para evitar malas digestiones.
La prima de riesgo ha subido por encima de los 500 puntos, que si bien es un drama tal y como se explica, no lo sería si fuera un asunto muy puntual con tendencia a la baja. Lo malo es que el fracaso de la política está asustando a todos los inversores y no sabemos donde está el techo. Todos hemos gastado más de lo que ingresábamos y ahora toca pagar las deudas. Explicar esto a la sociedad y lograr que se entienda y se asuma, es complicado pero hay que hacerlo.
Los bancos españoles, que ya en plena crisis se vendieron a Europa como un gran activo perfectamente organizados y puros, están explotando por dentro e intentan no salpicar en exceso en su nueva obligación europea de limpiar sus balances y ser más serios en su presentación a sociedad. Nadie sabe cuanto nos va a costar este ejercicio contable, pero sabemos que será mucho y que además no tenemos dinero para pagarlo. Tendremos que pedir más y por eso nos suben la prima de riesgo, para beneficio de unos pocos. Mientras tanto el BCE no es capaz de cambiar de ritmo y el Banco de España no es capaz de cambiar de director.
Grecia navega sin rumbo, sin capitán y en plena rebelión de los marineros que asustan a Europa con tomar el mando de la nave y llevarla a otro puerto del indicado. Más miedo añadido en Europa.
Si a estos temas puntuales añadimos la mala comunicación de Rajoy con sus españoles, la incertidumbre que producen sus titubeantes decisiones, la sensación que se tiene en excesivos foros de que sus gobernanzas van a ritmo de los telediarios y no del futuro y de una meta hacia la que nos tendremos que ir dirigiendo todos, nos guste o no nos guste, produce muchos temores a los que tienen los euros para prestar y que ven a España como mareada, como grogui, como sin líderes que sean capaces de marcar objetivos.
Y lo peor no es la situación, no, lo peor es que no podemos esperar soluciones a corto plazo pues ni tenemos posibilidad de cambio político ni se puede esperar milagros económicos ni aparentamos capacidad para resolver nuestros problemas. Acudimos a Europa a pedir ayuda que es tanto como reconocer ante “la profesora” que nosotros ya somos incapaces de hacer lo que se nos indica.
Reconozcámoslo, si España no es capaz de resolver sus problemas tenemos dos soluciones. O nos las resuelve Europa con todo lo que esto conlleva o iremos a peor. ¿Os habéis dado cuenta que nadie habla en estas semanas de los más de cinco millones de personas desempleadas en España?