Me llaman con un problema típico en los Recursos Humanos.
Un grupo de 10 personas, recién constituido por cambios en
el anterior equipo, con 6 personas que siguen y 4 incorporaciones nuevas, está teniendo tensiones, problemas de exigencia entre los dos
gestores y líderes que siguen siendo los
mismos y parte de las 6 personas que repiten en el grupo.
Se formalizan protocolos para la admisión e integración de las nuevas personas en
los grupos, pero muy pocas veces se analiza como reaccionarán los "veteranos" ante los cambios.
Es un error tratar a todos por igual, si el equipo está formado por personas con distintos tiempos, diferentes
procedencias, personalidades o integraciones desiguales. También hay que crear protocolos para los posibles problemas que
puedan crear los que hasta ese momento no los creaban, pues las nuevas
situaciones gestionan de diferente manera a las personas.
Y además es posible que los que más tiempo llevan en el equipo estén deseando que tras los cambios, ellos sean los elegidos
para ocupar unos espacios que pueden no corresponder con sus valías, lo que les llevará a la desmotivación si no los obtienen.
Es decir, no lo que funcionaba bien puede seguir
funcionando bien, si se hacen cambios que en apariencia no les afectan
directamente, pues toda modificación de personas supone
recolocación de funcionalidades,
expectativas, responsabilidades mal resueltas.
Los gestores del liderazgo deben saber del peligro que
suponen los cambios y preverlos antes, a costa de mucha comunicación y suficiente información. A veces achacan al egoísmo personal los problemas de las personas veteranas ante
los cambios, y en parte no les falta razón, pero gestionar personas es
también tener en cuenta toda la
parte visceral de los seres humanos.
La solución a este problema es complejo
si ya se ha producido, si la reacción ha sido explosiva o ha
dejado huella. En cambio la prevención con anterioridad al problema
es muy sencilla, pues basta con dejar muy claras las funciones, con comunicación sincera y sin imposiciones. Nada molesta más a las personas que sentirse engañadas, que la inmensa mayoría de las veces confundimos
"sentirnos" con "serlo" por una mala comunicación anterior al problema. La comunicación posterior siempre suena a excusa de mal pagador.