Mañana el PSOE cerrará la última puerta antes de empezar a transitar por el desierto vacío del poder perdido. Será el último capítulo de una mala gestión, no culpa solo de Zapatero, en la que España se ha configurado no tanto como un país con problemas económicos —que también— como en un país en donde la credibilidad de los políticos está bajo cero.
Las trampas las han hecho desde la derecha, desde la izquierda, desde los poderes escondidos y fácticos, pero en realidad solo se está castigando a la izquierda, algo que deberíamos examinar con sumo cuidado pues en su entendimiento vendrá la solución, si es que la tiene antes de 15 años. Y no es cuestión de que el recambio sea beneficioso —que puede que también, depende de casos— como que la izquierda está dormida, escondida, apagada y con pocas o nulas ganas en defender sus ideas.
Perder Andalucía no es solo perder un espacio imprescindible para entender al socialismo español de estos 35 últimos años, es sobre todo perder la base sobre la que se puede sustentar la recuperación y sobre la que se ha ido construyendo el punto de apoyo de la palanca política de la izquierda en España. Pero es voz cantada que mañana domingo Arenas se impondrá a un apagado Griñán en una tierra llena de sombras y problemas, en donde no se han sabido construir alternativas a un PSOE rapaz y equivocado.
No sabremos hasta cuando, dependerá del PP y no tanto de sus formas de trabajar en la gestión política como en sus maneras de comportarse y explicar. Estamos en las décadas de las explicaciones y las izquierdas no se han dado cuenta de ello. Pero estamos desde hace 20 años al menos, en un punto en el que la izquierda debería haber trabajado mucho más la pedagogía política y en cambio seguimos anclados en un pasado absurdo de creer que con parecer ya es suficiente. Hoy a la sociedad no le basta con decirle que se defiende a los trabajadores, por poner un ejemplo fácil. Hay que explicar el por qué, el cómo, las alternativas, las metas, las consecuencias. Hay que abrirse a la participación personal sin obligar a implicarse a las personas y a la serenidad y no la bronca. Hay que saber decir NO con mucha más rotundidad que la que se emplea en decir siempre que SI y luego hacer que NO. Las personas admiten más un NO razonado y duro, que un SI engañoso, pues no cuela dicho más de un par de veces, por muy cara de buena persona que se ponga.
Abrirse a la participación no es aceptar sus planteamientos con los ojos cerrados, sino conocer sus necesidades, sus ideas y replantearlas hacia lo posible o explicar los “por qué no es posible”. Abrirse a la participación es estar en la calle, pero no tanto con las organizaciones que ya están en la calle, sino “en la calle” conociendo lo que pisan, trabajan y tratan los vecinos y ciudadanos. La izquierda política se ha creído durante décadas que estar en la calle es estar junto a las organizaciones que ya están en la calle y a ser posible controlarlas. Es un gran error pues en muchos casos estas organizaciones ya no representan a la sociedad. Y digo bien este dato duro y tremendo.
En una ciudad de un millón de habitantes, las organizaciones sociales o políticas representan a unos pocos miles de vecinos a lo sumo. Unos pocos cientos que activamente trabajan por sus organizaciones. ¿A cuantos cientos de miles de ciudadanos de esa ciudad teórica no les sabemos explicar lo que somos, lo que representamos, lo que queremos hacer? Y eso si, por favor, nada de emplear mesas “petitorias” en medio de la calle, que eso es del siglo XIX o a lo sumo de principios del siglo XX. He dicho que unos 15 años, a veces me entra la tontera y pienso que pueden ser más.
Nota.: En estos momentos me acabo de tragar la lengua y me retiro como "brujo" político pues para los sondeos y las apuestas no valgo un pimiento. Estoy alelado con los resultados de Andalucía, me alegro un ¿huevo? y me lo tendré que hacer mirar.
Nota.: En estos momentos me acabo de tragar la lengua y me retiro como "brujo" político pues para los sondeos y las apuestas no valgo un pimiento. Estoy alelado con los resultados de Andalucía, me alegro un ¿huevo? y me lo tendré que hacer mirar.