La Reforma Laboral que por Real Decreto ha creado el PP, es un lastre para una España que necesita ser más productiva, competitiva, motivada, capaz. Todo país depende de sus activos, de sus personas, de sus ilusiones y sus ganas y la Reforma Laboral es una bomba en la línea de flotación de las normas que regían las relaciones laborales en España. Incluso en algunos aspectos es peor para los trabajadores que la relación que se tenía con el sindicato vertical de la dictadura.
Acercar en parte las normas laborales de España a las de algunos países de Europa es trampa, si no se acompañan de modificaciones sustanciales en el SMI, en la capacidad adquisitiva de los trabajadores, en la formación de todos los trabajadores pero sobre todo de sus directivos y empresarios, con una reforma contundente contra los mercados negros y los fraudes fiscales continuos, con unas rectificaciones profundas en nuestras maneras de organizar el trabajo, los horarios, la producción para hacerla también más europea.
Los trabajadores de España están agotados y desagrupados, desafectados de todo intento por creer en sus políticos y sindicatos lo que no es motivo para pensar que lo mejor para España es una reforma laboral como la emprendida. Muchos empresarios que sí creen en la producción moderna y en las relaciones laborales modernas nunca emplearán los mecanismos que les facilita la reforma laboral para despedir, pagar menos sueldos, endurecer las condiciones laborales en sus empresas. Pero muchos otros si, y eso empobrecerá nuestra país.
La Reforma Laboral no va a crear puestos de trabajo. En España hace 15 años se crearon 4 millones de empleos con la anterior norma laboral, al crecer la actividad económica. No es cierto que en España fuera complejo y caro despedir, pues la realidad nos enseña que hemos perdido muchos más empleos que ningún otro país europeo y la empresa que no podía pagar las indemnizaciones tenía mecanismos para descolgarse. No es cierto que fuera necesario crear nuevos tipos de contratos laborales sino más bien todo lo contrario, tan reconocer que nuestros 17 diferentes modelos de contratos laborales son excesivos y absurdos en algunos casos. No es cierto que los sindicatos no sirvan en la sociedad y por ello se les deba quitar funciones, pues una sociedad sin ellos será siempre mucho más conflictiva. No es cierto que precarizar nuestras condiciones laborales nos acerque a Europa, sino bien al contrario a otros mercados laborales que nos convertirá en un país más pobre y con peores y muchos menos empresarios. Con esta reforma laboral se consumirá menos, se tardará más en reactivar la economía y aumentará el conflicto social y laboral tanto por sectores, como por empresas grandes.
No es una Reforma Laboral para negociar sus puntos, sino para ser retirada —lo sé, algo imposible en estos momentos— o asumirla en el tiempo hasta ser posible su derogación cuando hayan cambiado las mayorías parlamentarias, dentro de 8 ó 12 años. Somos los trabajadores españoles los que somos capaces de asumirlas o de derogarla. Los que en mucha cantidad hemos (han) elegido a los gestores que han formulado eta Reforma Laboral.