Durante bastantes años, en España, las empresa han ganado dinero, han tenido beneficios reales, de caja y no solo contables. Pero muchos empresarios se han dedicado esos años a repartirse beneficios (casi lo menos) o a aprender a gastar para su beneficio, a aumentar gastos que podían emplear en meter dentro de la contabilidad de la empresa, en beneficio propio y con la santa idea de ahorrarse impuestos personales a costa de pequeños impuestos empresariales.
Se han engordados los gastos de las empresas a costa de gastos que se metían como de empresa cuando en muchos casos eran personales. Y se pensaba poco en invertir y más en crecer desordenadamente para obtener más beneficio del sencillo de obtener, sin pensar en el interés a largo plazo. Poca formación, poca investigación, poca exportación en búsqueda de mercados nuevos para vender y si acaso si buscar mercados nuevos para producir más baratos.
¿Qué cantidad tenían los fondos de contingencias que las empresas deben guardar para los futuros malos? ¿cuál era el endeudamiento constante de empresas que no eran capaces de lograr el nivel contable deseado para ser consideras rentables? Pero todas ellas eran capaces de buscar buenos asesores que les explicaran como maquillar contabilidades, como aumentar en gastos de complicada referencia para la producción de su empresa, de optimizar costes desde el gasto, y no siempre desde el despido o los contratos cada vez más baratos y de peor calidad, sin pensar en la motivación o la productividad.
¿Cuándo dinero han empleado las empresas (y aquí con dolor debe nombrar en primer lugar a las PYMES) en asesoramiento técnico para mejorar la producción o la optimización del producto final y de su comercialización, si la comparamos con el que se ha invertido en asesoramiento fiscal y laboral para abaratar sueldos y conseguir pagar menos impuestos? El futuro de las empresas no pasa por pagar menos impuestos, sino por vender más y mejor lo que producen en condiciones óptimas. El beneficio lo da la producción.