Conseguir algo que se espera y desea, ese intento por llegar a la perfección o hacia la excelencia, es un tema complejo y que tiene diversas variables según culturas. Estamos desde hace unas décadas entrando de lleno en el sistema anglosajón del "logro" de la “excelencia” con todo lo que esto conlleva.
No se trata ya de alcanzar los objetivos marcados, y podríamos hablar aquí de si son estos correctos, si son cortos o largos, si son excesivos o no. Pero en cambio sin olvidarnos de estas variables, nos centraremos en otra circunstancia más anglosajona que a veces nos destroza la empresa, sea esta la que sea. Empresa comercial, industrial, política. Relación familiar, educativa, política, productiva.
El sistema anglosajón no pone una medida a las cosas, la medida la pone la suma del equipo que forma parte de la empresa (actividad, tarea) a realizar.
Pensemos en el sistema que empleamos para entrar en la Universidad en España. Se entra o se queda fuera por una nota de corte que la dan los alumnos.
Si en la carrera de medicina el corte en un año en concreto está en 8,35 quiere decir que —como entran sólo los 150 mejores alumnos, no hay más plazas—, el peor de los 150 de la lista seleccionada tuvo una nota de 8,35. Quien tiene un 8,34 no entra.
Es un sistema, pero también se podría hacer otro. Imaginemos que se hace una selección personal para detectar los 150 posibles mejores médicos con arreglo a cualidades humanas, los 150 mejores empáticos o los 150 mejores candidatos que son capaces de no llevarse a casa el estrés de su trabajo que es mucho. Son cualidades superiores a haber tenido una buena nota en bachillerato, sobre materias como matemáticas, informática, historia del arte, griego o filosofía. El sistema que empleamos está bien ¿no?, pues ahora voy yo y digo que no, que es un error, que es planteable y muy mejorable.
Imaginaros que nadie quiera ser médico, y que entonces para llenar las 150 plazas se presenten menos estudiantes que ahora, y que por ello la nota de corte queda fijada en 5,05. No habremos cambiado el sistema, pero en cambio los resultados serán muy distintos. Simplemente dependemos de que quieren o no ser médicos los que todavía no han empezado a estudiar nada de medicina, para que los futuros médicos sean más o menos “listos”, con mejores o peores notas en su bachiller y selectividad.
Ahora traslademos esto a una empresa que selecciona gente o que los organiza para una tarea concreta, a un partido político que elije a líderes, a un análisis social determinado.
Si sólo nos basamos en el sistema expuesto, de elegir al mejor entre los que se presentan, el mejor de una empresa puede ser alguien mediocre, y cuando todo el funcionamiento de la selección de personal o de control de calidad se basa en elegir a los mejores sin poner antes unos objetivos deseables, nos encontramos con empresas mediocres o con objetivos absurdos. O incluso puede ser mucho mejor de lo que es deseable para el puesto a desarrollar y sentirse a los pocos meses aburrido, quemado, mal entendido.
No creo que los antiguos test de selección, en las pruebas psicotécnicas, en las puntuaciones de libro. Antes hay que diseñar muy bien todo proceso, personalizarlo y realizar entrevistas personales que tengan en cuenta muchos puntos, adaptados a las personas y a los puestos a desarrollar.
Si necesitamos a un 6 en nuestro equipo, que no nos nuble la vista, que no nos contente el asunto si encontramos a un 9, porque nos estaremos equivocando. Si buscamos un 6, procuremos formarle luego para que crezca y que tenga unos objetivos alcanzables, posibles, interesantes para él y para la empresa, pero no admitamos en el grupo a alguien superior a lo que en principio nos hemos planteado, porque pueden surgir conflictos.
Lo importante pues es decidir qué necesitamos, diseñar la necesidad y saber buscar quien mejor la pueda ejercer. Ni más, ni menos. La excelencia no se basa en tener a excelentes, famosos y reconocidos delanteros centros con grandes goles en su haber, ejerciendo de laterales o de porteros. El mejor es que el más se acerca a lo que se necesita y el que pone más énfasis en seguir aprendiendo y a colaborar con el equipo.
La excelencia es una meta, interesante sin duda, pero no creo que nadie se atreva a decir que sólo hay un camino para llegar a ella.
Incluso diría que la propia meta tiene diversas formas de ser vista, sin dejar de ser la misma. Los logros, la perfección, es siempre algo positivo, pero tiene que estar rodeada de decisiones y objetivos positivos. Alcanzar la meta con sistemas guerreros, con equivocaciones de concepto, puede traer el principio de la caída.
Siempre es mucho más fácil llegar que mantenerse.