Cuando comenzó la crisis muchos empezamos hablando de que había que refundar el capitalismo, de que ya no era capaz de ser un referente y había que modificarlo, si no empujarlo al abismo.
Y así ha sido, el capitalismo entró en crisis y se fue modificando. Pero exactamente al revés de cómo pretendíamos. Hoy hay más diferencias de clases sociales y económicas, más pobres y más riquísimos, menos trabajo más precariedad y peor calidad, más descontrol de los mercados financieros, más dineros al agujero de los bancos que nadie sabe cuan grave es la enfermedad que tienen. El capitalismo ha cambiado. Pero a peor.
Y los sindicatos miran con cara de estupor y no dicen nada. Incluso ahora saben que se van a terminar los convenios globales, sectoriales, provinciales, y siguen sin dar una opinión válida, una idea diferente, un sistema de presión que no sea la inútil huelga.
Y los empresarios se dividen entre los de más de 50 trabajadores y el resto. Entre los que sufren y los que se frotan las manos. Entre los que saben que cada día es peor y los que sueñan con medrar más todavía cada día.
En este camino los políticos han vuelto a perder poder. Influencia más bien. Sentido incluso si nos fijamos en los que está sucediendo en Italia y Gracia, en donde ya se recurre a técnicos para hacer de políticos. ¿Para cuando se elegirá a políticos para hacer de técnicos?
La diferencia entre políticos y técnicos no es de formación, de experiencia, de capacidad. No debería serlo, al menos. Es de filosofía, de prioridad social, de maneras y fondos en las gestiones. Un técnico puro lo tiene complicado para aprender a ser político. Un político puro lo tiene complicado para hacerse creer en estos tiempos.
Técnicos, políticos, empresarios, sindicalistas. Estas son las cuatro patas de la solución a los problemas laborales y sociales de España. Si falla una, la mesa se caerá hasta romperse.