En los colegios electorales visitados los apoderados del PP casi triplicaban a los del PSOE ya derrotados antes de empezar el recuento. Lo malo es la poca sal, la escasa potencia que queda tras la derrota, la necesidad de volver e edificar esperanza o ilusión en un proyecto hoy herido, tal vez por errores personales de quien no supo formar equipos serios a su alrededor.
No me gusta perder, pero menos detectar la derrota antes de tiempo, notar el olor a final anticipado. Es triste y doloroso anticiparse al hundimiento, y eso es lo que ha marcado una campaña socialista mala e insulsa, poco profesional y no dirigida a ganar sino a perder por lo menos posible, y que no han contado con el factor sorpresa ni con el golpe contundente que obligara al contrincante a destapar un poco su defensa.
Ahora es tiempo de peones, de soldados que vuelvan a edificar las trincheras, la intendencia, la sanidad mal tratada de unos socialistas que han huido antes de ver el barco hundirse. Duro camino para ser recorrido sin generales contundentes y sólidos, muy respetados dentro y fuera de sus cuarteles de invierno.