Tras este 20N hay que analizar los resultados desde la óptica de la izquierda española. Y han sido unos malos resultados para todas las formaciones progresistas, sin duda. No valen medias verdades ni mentiras disfrazadas.
Tras la pérdida de 4.300.000 votos por parte del PSOE, la formación IU incluso agrupándose a diversos pequeños partidos en diferentes zonas, ha aumentado en 700.000 votos (un 73,2%).
Si tenemos en cuenta que UPyD ha aumentado en 835.000 votos (un 372,5%), vemos que el aumento de IU no ha sido para estar contentos, de puertas adentro.
España no ha creído en las soluciones para la crisis que le puede plantear la izquierda y debemos empezar a retirar de nuestro vocabulario que no sabemos explicar ni nuestro trabajo ni nuestros proyectos, pues huele a antiguo y de ser cierto, lo que deberíamos haber hecho es aprender.
Que 3.500.000 españoles hayan decidido dejar de apoyar a la izquierda española sin saber encontrar recambios ideológicos es duro para las formaciones progresistas. Y debería obligarlas a sentarse muy en serio sobre el papel social que estamos realizando, el cómo y el con qué, nuestra disgregación y nuestras peleas, nuestra escasa empatía con los problemas reales de la sociedad, los cambios que debemos afrontar si queremos en el medio plazo ser otra vez referente.
A las personas, hoy, le da igual que un semáforo funcione o no, que una calle tenga más o menos señales de tráfico, que un parque esté más o menos limpio. Aprendamos a olvidarnos en perder nuestras energías en pequeñas tonterías —con perdón— que en plena crisis no son importantes. La sociedad quiere respuestas ante la crisis, soluciones ante el desempleo, declaraciones claras contra los gastos inútiles, llamamientos a la participación social y no al simple ejercicio del voto, soluciones al fracaso escolar o a la emancipación de los jóvenes.
Mientras desde la izquierda sigamos pensando que lo que nosotros creemos importante es lo mismo que creen importante la sociedad que espera de nosotros soluciones, y debemos analizar qué es lo que las personas necesitan en cada momento de nuestra gestión.
No es lo mismo ser un partido político a ser una fundación política. El primero está obligado a resolver los problemas de la sociedad. El segundo a plantear bases ideológicas y a incidir sobe la filosofía política. El primero debe investigar qué quiere la sociedad, el segundo debe plantear alternativas de futuro.