La familia está muy amenazada. Y lo digo desde posiciones progresistas, a los que a veces se nos acusa de ir en contra del papel de la familia en las relaciones humanas necesarias para disfrutar más de la felicidad básica.
Hay sociedades en donde la familia sigue siendo “el pilar” fundamental del funcionamiento social. Todo se mueve sobre la familia fuertemente constituida, anclada en sistemas sociales de hace siglos. Sin duda estos sistemas sociales están superados sobre todo por el gran drama e injusticia que supone que la mujer siempre esté supeditada en estas organizaciones familiares a un papel menor, subestimado y por debajo de los patriarcados, a la vez que discriminada en derechos.
Pero asumir que el papel de la mujer debe ser de igualdad, no debería suponer la destrucción de la familia como organización básica para que las sociedades funcionen bien.
Una cosa es asumir y adoptar diversos sistemas de familia e incluso diferentes roles familiares dentro de cada una de ellas y otra muy distinta que no creamos en ella y que su duración en el tiempo sea muy escasa y con grandes cambios, lo que las convierte en algo complejo de valer para su función básica.
Es cierto que se están dando más valores a los individuos que llegan a formar familias de un solo miembro. Las familias monoparentales se convierten en familias si aun con un solo miembro adulto, este tiene a varios hijos a su cargo o a algunos progenitores en edad avanzada. Si aun siendo monoparentales ejercen el papel de aglutinador de la familia, su función es perfecta también. Pero nos tendremos que volver un poco menos egoístas para poner en valor el papel de la familia como seguro de vida, como ayuda básica para cuando las situaciones se vuelven duras.