Felipe González, ese animal político que produce miedo en el PP, ha salido de su cueva en ayuda no tanto de Rubalcaba, que ya no es posible ayudarle, como de los restos que puedan salvar los platos de un PSOE equivocado —¿se han dado cuenta de los colores azules que adornaban la reunión de socialistas antiguos y nuevos?—, en estos al menos cuatro años últimos y que ahora tendrá que atravesar el desierto sin cantimplora.
Es posible que Felipe González si se implica en serio, logre restar incluso algunos diputados de esos complicados hasta el último momento, varios del PP y alguno incluso de IU. Y por eso, por que él lo sabe, ha decidido taparse la nariz y salir de la cueva en busca de lo que realmente le gusta, la política de primer nivel, el estar dentro de la pomada, riendo y sufriendo.
A Felipe González no le ha gustado Zapatero, ni el de los primeros cuatro años ni el de los segundos. Con esta apreciación sería complicado saber cómo hubiera deseado Felipe que se hubiera comportado Zapatero, tal vez si Bono hubiera ganado, las cosas hubieran ido de diferente manera para Felipe. Es decir más de pésame señor, más de derechas, menos de socialismo, más como estos cuatro últimos años. Pero el PSOE decidió entregar el poder a un Zapatero que cuando estaba fresco era eso, fresco; pero que en cuanto se acojonó por los conservadores europeos, se convirtió en un conejo asustado que perdía velocidad como los malos coches pierden aceite.
Ahora Felipe González quiere decirnos que otro PSOE es posible. Tarde pero no mal. Sabe mucho, tiene edad pero también madera. Es respetado por parte de la gente de más de 50 tacos y eso es mucho pues junto a los jóvenes son los que en apariencia, más se están absteniendo en estos años. Van a buscar el voto de los que no quieren a la derecha, van en busca del voto que logró el éxito en 1982. Se olvidan que muchos de ellos tienen las jubilaciones congeladas y otros están en el paro o con todos sus hijos sin trabajo. Mucho tendrán que estudiar en los maitines de las mañanas, para saber cómo se logra convencer a la sociedad de que ellos todavía son capaces de resolver sus problemas. Yo les recomiendo el juego de los cubiletes.