No me preocupan —desde la izquierda— los resultados de las encuestas que se publican hoy, malísimos para el PSOE, malos para IU que aunque sube no logra traer hacia sí muchos de los votos que pierden los socialistas.
Y no me preocupan por que los intuía y por que sé que la derecha ocupando todo el espacio político posible e imposible, barrerá de tal modo que será inevitable un fuerte movimiento desde la izquierda española para volver a encontrar su sitio político.
La izquierda desde aquel lejano 1982 ha ido perdiendo poco a poco su espacio, en aras de la gobernabilidad, del voto útil, de la gestión de lo posible, del contentar a casi todos. Ha ido perdiendo el enfrentamiento valiente con los poderes entonces llamados fácticos y hoy de mercado, olvidándose que la izquierda está para resultar desagradable a la derecha y a sus poderes escondidos.
Hay un síntoma clarísimo para saber si la izquierda está gobernando bien o mal. Si no está enfrentada con la iglesia, el empresariado, los militares, las fuerzas conservadoras e incluso los medios de comunicación, lo está haciendo entre mal y regular. Pero sin duda no lo está haciendo para resolver de verdad los problemas sociales de sus votantes. Vivimos todavía con el síndrome de “La UCD” esa posibilidad arqueológica de que en España hay realmente millones de ciudadanos que añorar el centro sociológico. Es mentira, tan mentira que nos la hemos creído hasta los propios votantes. El centro NO EXISTE. Si acaso como dice George Lakoff existen las personas que según el año y sus ingresos del momento, son de derechas o de izquierdas; los biconceptuales creo que les llama.
En tiempos de la UCD había para elegir entre el franquismo de AP, la derecha de UCD, la socialdemocracia del PSOE y el comunismo del PC. Hoy simplemente han desaparecido los primeros y los últimos. Ojo, los primeros han desaparecido de presentarse por libre y los últimos los han hecho desaparecer los acontecimientos históricos en Europa. Y nos encontramos con un sistema cojo, imperfecto, ambiguo, que no sirve para canalizar las realidades de este nuevo siglo. Hay que reformar, volver a edificar algo que sirva. Y para ello nada como destruir lo anterior, sin ruido pero sabiendo que hay que limpiar el solar para poder tener una casa más joven y moderna, más útil.
Tal vez sea momento de explicar más y mejor, qué somos cada uno, a qué aspiramos en las próximas décadas, cómo creemos que se pueden resolver los graves problemas laborales, económicos, de educación, de seguridad, de justicia social, de igualdad, de reparto mejor de lo público.