Empieza a vivir el presente, es solo eso lo que tenemos. Podemos preocuparnos mucho por el futuro, sobre todo si tenemos un pasado que nos quiere enseñar lo que nos puede suceder, pero de una manera errónea pues no siempre se repiten las cosas por igual, pero por mucho que nos preocupemos por ese futuro posible, nunca lograremos resolverlo en el presente excepto si nos ponemos en acción.
Preocuparse no sirve de nada, si acaso sirve remediarlo cuando toque remediarlo. Mientras ese momento llega, del que incluso no tenemos ni seguridad de que nunca llegue, bien por que no sea necesario o por que nunca nos ofrezca la posibilidad de interactuar con ese instante, debemos vivir el presente. Es lo único que podemos hacer. Amargarnos por lo que puede suceder es una inutilidad. No sirve de nada. Y el mejor remedio es la acción, levantarse moralmente y ponerse a realizar actividad del tipo que sea.
Y si no puedes levantarte de la preocupación, ponte encima de la mesa un pequeño truco. Hazte la promesa de que solo vas a dedicarte a esa preocupación durante media hora, dos veces al día. Solo en ese periodo de tiempo. Con esos minutos son suficientes para intentar arreglar el problema. Más es una inutilidad. Lo que no puedas hacer en 30 minutos, no lo serás capaz de resolver en más tiempo. Ponte ese tiempo tasado en tu vida. De tal a tal hora. Si tu mente se escapa hacia la preocupación, dile con contundencia que no es el momento. Que tocará a tal hora y que entonces te pondrás a trabajar por resolverlo. Nunca antes ni después. Obedécete y tendrás 23 horas restantes que deben ser más felices.