Todos discutimos con nuestra pareja, con nuestros amigos y compañeros, lo que no quiere decir que las discusiones dejen huella y heridas. Es cierto que casi nunca se pelea uno por el motivo real por el que se comienza la discusión, que casi siempre hay debajo motivos que no se dicen en la discusión, motivos escondidos, tapados, que hacen que la discusión se vuelva en pelea por no ser claros y calmados. No hablar calmadamente de aquello que nos molesta cuando realmente sucede, callarnos y aguantar pensando que no es importante aclararlo nos conduce a ir subiendo nuestro nivel de aguante hasta que se desborda y entonces la discusión es más seria. Tal vez sea mejor ir aclarando los pequeños problemas según se van produciendo y no dejar que se enquisten y se conviertan en grandes problemas o que la capacidad de aguante se vea rebosada y se explote.
Hay que ser responsable de nuestros actos, asumir que nos hemos equivocado o que simplemente nuestra pareja o amigos quieren que seamos de otra manera e intentar cambiar. No se trata de buscar aquí culpables sino de asumir responsabilidades y adaptarlas a lo que nuestra pareja desea de nosotros. Y si realmente nos hemos equivocado, un perdón sincero y un propósito de enmendar actos es más que suficiente.
En la peleas y discusiones no se gana, nadie debe intentar ganar pues contra más se enconen, más seguro es que ambos saldrán perdiendo. Lo importante no es ganar una discusión sino resolver el problemas, modificar las conductas que genera la tensión. Hay que salir de una pelea con el propósito de ser mejores ambos, de modificar maneras y de respetarnos y querernos más.
En una discusión hay que mantener SIEMPRE las formas. El respeto nunca se debe faltar, pues luego queda esa herida durante muchos años. El insulto, el echar en cara, la socarronería deben desterrarse. Nunca gastar bromar verbales en una pelea pues se tomarán como verdades que hacen mucho daño. Mucho ojo con lo que se dice, con lo que echamos en cara dentro de una discusión. Ojo a lo que decimos y a cómo lo decimos, mucho ojo con sacar a terceras personas en plena pelea. Prohibido subir el tono o gesticular excesivamente, pues ambos están mucho más sensibles a los modos.
Es cierto que tras una pelea o discusión se debe intentar cambiar algo, pero no se ponga la meta de conseguir un cambio profundo, pues esto es imposible. Cada uno somos como nos han conocido al elegirnos, excepto que hayamos cambiado profundamente en nuestro camino de convivencia. A veces los cambios que pedimos no son justos, no son lógicos, no los pediríamos para nosotros mismos. Es bueno hablar los temas que producen fricción, pero no esperamos milagros sino pequeños cambios que poco a poco vayan surgiendo efecto. Si forzamos mucho lo que se pide, al final se puede romper la cuerda del afecto.
Recuerda que por cada cosa negativa que sucede en una relación entre parejas o amigos, seguro que hay al menos cinco que merece la pena recordar y valorar. Si damos más importancia y dedicación a esa situación que no nos gusta e vez de disfrutar de las cinco cosas que nos agradan y nos hacen disfrutar, iremos por el camino de la ruptura y no del de la valoración humana. Hay que saborear cada momento que os une, cada rato de vida en amistad o juntos, cada situación que compartimos.
Y recuerda para finalizar que tras una discusión de pareja o de amistad debe salir un acuerdo de convivencia, de relación, de modificar hábitos, de intentar convivir mejor. Hay que analizar qué es lo que ha sucedido para llegar a ese momento de tensión, para corregir y evitar su repetición. Y sobre todo hay que ser sinceros en la defensa de cada postura. No es fácil saber emplear una pelea en encontrar los motivos de mejora, pues no nos han enseñado a ello, pero hay que intentarlo. Estamos más preparados para intentar ganar una pelea que para intentar construir a través de ella un edificio más seguro y potente, pero a todo hay que aprender en la vida.