29.7.11

En economía lo malo no es el presente, sino el futuro

Uno puede alucinar un poco cuando escucha comentarios del tipo: “no pode os aguantar intereses al 6% “. Si además lo dicen empresarios y particulares, uno empieza a sospechar que la memoria es débil y selectiva.
Uno ha conocido intereses al 18% y con estos intereses compraba máquinas carísimas en Alemania, pisos en Zaragoza y se tomaba cañas en el Tubo. Lo entendíamos como muy alto pero lo soportábamos y pagábamos.
Es cierto que hay, había, un condicionante que ahora se nos olvida de normar. Era el precio de “las cosas”. Una gran máquina costaba lo que se podía pagar y se solicitaba un crédito a 5 años como máximo. Un piso tenía el precio lógico de equis años de trabajo que en nada se parecía al actual y quien pedía un crédito al banco —no siempre hipotecario— lo hacía como máximo a 10 años.
Es decir, ya hemos conocido otras posibilidades, otras formas de vivir dentro de diferentes economías.
La vivienda ha subido de precio proporcionalmente a su bajada de intereses bancarios, incluso para que a las familias les cueste mucho más pagar una vivienda al 5% que cuando los intereses estaban al 18%. Una trampa más que tiene bemoles. Digamos que ahora una vivienda tiene el precio con arreglo a la máxima tensión posible que pensaban los constructores que podían aguantar las personas con su trabajo. Y los bancos no estaban callados, simplemente entraban a formar parte del juego inmobiliario y obtenían los beneficios desde otra óptica.
Los responsables son siempre los que gestionan, que han dejado que esto se fuera convirtiendo en algo imposible, algo que incluso los tontos como yo predecíamos, pues no es lógico que una familia se asegurara 35 años de deudas al máximo de sus posibilidades.
Y se rompió todo.
Los políticos estaban convencidos de que los impuestos que se cobraban de la vivienda y el suelo eran el maná que ayudaba a crear ciudades y ahora nos damos cuenta todos que hemos olvidado el asunto fiscal y la progresividad, y la modernidad en los impuestos y la lógica económica. Tarde pues nos hemos dado cuenta de golpe y a tortas de sufrimiento.
¿Solución?, sin duda volver a la lógica y hablar y abrir el pastel fiscal, para siendo sinceros adaptarlo no a los libros liberales, sino a las necesidades de una sociedad que quiere sostener una calidad asistencial y social ya conseguida por nuestros padres. Eso si, gestionada mucho más profesional y con más criterio lógico e inteligente.