En el campo de la política actúa y mucho, lo que podríamos llamar sociología emocional, las emociones básicas a la hora de decidir y aprobar, seleccionar entre los candidatos y votar a unos o a otros.
Ahora es normal preguntarse por qué —por poner un ejemplo sencillo—, los 20.000 votantes que ha perdido el PSOE en Zaragoza han elegido en más parte a IU en vez de a CHA, pues ambas formaciones son ideológicamente parecidas y en cambio el trabajo duro y constante de oposición positiva que plantea alternativas lo ha llevado CHA y no IU.
La respuesta parece muy sencilla si analizamos el campo de las emociones.
El votante socialista de hace 4 años, cansado y hastiado de la inoperancia (real o creíble) decide cambiar de voto pasado un tiempo. Generalmente pasados
al menos 3 años de su anterior decisión.En este tiempo ha sufrido en sus emociones los ataques a SU partido y a SU política decidida en parte por él —aunque no lo exprese abiertamente o incluso aunque no se de cuenta de este hecho— por parte sobre todo de una formación a la que considera “parecida” cuando no amiga. CHA era quien más atacaba las políticas de PSOE y eso la convertía en "enemiga mental" de los socialistas.
En su interior emocional se revuelve contra el que ya empieza a considerar abiertamente su enemigo. Insisto que estas decisiones y situaciones mentales no siempre son incluso detectadas por las personas. Nos movemos a través de impulsos interiores de complicada explicación.
Así que este votante socialista, cuando decide que SU partido lo ha hecho mal tiene dos opciones. Sin duda ambas pasan por NO votarle. La sencilla es buscar alternativa, recambio. Si lo encuentra cambia el sentido del voto. Y por eso un 30% del voto perdido por el PSOE ha ido a parar a manos de IU. Pero gran parte de estos desencantados se dan cuenta que el resto de formaciones políticas “parecidas” son interiormente sus enemigos, pues son los que han conseguido que SU partido fracase en su trabajo. Y decide quedarse en casa. Castiga con su NO voto al partido socialista, pero a la vez no quiere dar ningún voto a los que considera responsables de que SU partido esté enfermo.
Pero esta situación no es eterna. Este votante fiel en una gran medida, pues las ideologías en un mundo muy bipartidista pero a la vez dividido entre dos sentidos de vida social —las derechas y las izquierdas— no cambia con facilidad de grupo social a la hora de votar, dentro de otros cuatro años volverá a tener que decidir. ¿Qué hago, permanezco en el grupo de los abstencionistas o voto? ¿ya tiene sentido lógico volver a votar socialista? ¿son ahora tan “enemigos” aquellos partidos que siendo parecidos al que yo vote clamaban contra lo que yo ya intuía como errores?