La Junta Electoral Central demuestra que es torpe y que al campo le sientan muy mal las puertas de cartón. No se puede prohibir aquello que no se solicita, aquello que es espontáneo, lo que surge de la necesidad, lo que es peor el remedio que la enfermedad.
A las personas que están en la Puerta del Sol les da igual lo que respondan unos que pertenecen a la misma familia social contra la que están discrepando.
Al revés, cualquier negación de sus derechos de reunión o libertad es más madera para una hoguera que hay que entender si lo que queremos es que no nos queme el culo.
Calma, templanza, suavidad e inteligencia política o esto se nos puede convertir en un mal mayo para muchos más que para los ya fenecidos representantes de una izquierda que ni es socialista ni mucho menos obrera.