Escuchaba a un conquistador de la libertad que le gustaba rascar en la tierra buscando sonidos, sabores, convivencias, experiencias nuevas, personas con las que charlas. Que la vida está dentro de las personas y no en los monumentos, está en las calles o dentro de los locales pero siempre rodeando a las personas, saliendo de ellas para entregarse a los que quieren recoger sus vivencias y compararlas para aprender.
Compartir es muy sencillo y lo hacemos muy poco, pero compartir de veras lo fundamental; los conocimientos, las pequeñas sabidurías de la convivencia, los abrazos, los textos de la vida, la capacidad de escuchar y mirar, de sonreír incluso ante las diversidades superables.
Nada puede resultar más gratificante que encontrar a alguien que te comprenda, que te ayude, al que además puedas animar y compartir convivencia. Viajamos por las ciudades, por los países, pero no viajamos por las personas, por las ideas, por las acciones sencillas de la convivencia. No viajamos para conocer a personas pero si para conocer calles y plazas.
En cada calle hay diferentes personas cada minuto. En cambio los asfaltos persisten endemoniadamente a que vuelvas a pasar por encima de ellos. Se puede viajar sin moverte de tu ciudad si te dedicas a conocer a personas.