Yo me tomo todos los días mi dosis de estatinas, que es una gorda pastilla que antes era muy cara y en poco meses ha bajado más de cuatro veces su precio. Ayer leí que las estatinas son maravillosas para vivir mucho, que los americanos —que lo saben todo lo que los demás no sabemos—, han dicho que con estatinas uno no se muere nunca, siempre enfermo.
Yo me tomo todos los días una pastilla de ácido acetilsaticílico, que es otra pastilla más pequeña y barata que también dicen que cura todo tipo de enfermedades buenas y malas. Las enfermedades buenas son esas que no dan muchos problemas pero que sirven para hablar con los amigos y vecinos en las conversaciones vacías.
Así que si sumo y hago cuentas, me encuentro maravillosamente jodido y sano hasta no poder más. Aunque luego me entra la depre y me empiezo a preguntar el… ¿y por qué me manda estas pastillas tan buenas mi querida médico?
Así que resulta que sigo leyendo y resulta que estas pastillas son buenísimas para los que están sanos, para que no se pongan malitos del cuerpo humano, pero que para los que ya estamos cascados, si acaso, evita que nos muramos de otra cosa, que qué más da.
Miro las cajas de las pastillas de reojo y me imagino dentro de poco a todos los ricos del mundo rico (y del pobre, que también los hay) comprando cajas de estatinas y de ese ácido con nombre complicado, para no morirse nunca. Se las tomarán en vez de un Rioja; en fin.
Es una manera de creer en algo, sin tener que perder las mañanas de los domingos.