Venimos de una cultura católica excesivamente intervencionista en nuestros pensamientos y por ello confundimos la culpabilidad con la responsabilidad. Nos han intentado meter en la cabeza de que siempre somos culpables de algo y que Dios maravilloso nos puede perdonar con un par de padrenuestros.
Pues ni somos culpables de nada ni se nos puede perdonar con una oración y una bendición. No es así de simple.
Somos eso si, responsables de nuestros actos, de todos nuestros actos, para bien y para mal. Y una vez asumida la responsabilidad ya no cabe perdón divino ni humano, si acaso entendimiento y comprensión.
Si somos capaces de entender la diferencia entre culpabilidad y responsabilidad, algo muy obvio pero que muchos no entienden, avanzaremos en nuestra forma de comportamiento. Somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario, pero aun así siempre somos responsables y no sirve de nada contarle a un cura encajonado lo que hemos hecho, para así buscar el perdón. Deberemos pagar por nuestros actos, incluso ante la ley divina, por mucho que hagamos penitencia, algo por cierto muy sencillo. La penitencia real es la responsabilidad y no la culpabilidad, que por cierto casi nadie admite y así es imposible hacer actos de contrición y propósitos de enmienda.