Se insiste en que en política, sobre todo la izquierda, pierde elecciones por la mala comunicación a sus electores, cuando gobierna. Y por mucho que se intenta, parece que siempre se hace mal o al menos insuficientemente.
Se nos olvida de algo fundamental. La información se debe dar en el momento, o incluso se debería intentar dar con antelación y nunca con posterioridad. Parece algo imposible, pero es la calve de la mala información. Nunca una mejora en la información, con posterioridad a los errores, resuelve el problema, excepto si se mantiene durante
mucho tiempo hasta unas elecciones. Nunca los ciudadanos creen en los políticos, sin tras el silencio viene un periodo de incluso exceso de información. Los errores, tras producirse, son de complicada solución.A la izquierda no se le perdona la mala gestión en el acercamiento a sus ciudadanos. El votante de izquierdas es más exigente en la colaboración, en la participación, y esto hay que tenerlo muy en cuenta a la hora de gestionar el día a día político.
Una vez que la izquierda entra a gobernar, debería crear un grupo de trabajo a ser posible independiente del equipo de gobierno, que cree las bases de la información pública, que sepa empatizar con la sociedad —sobre todo con “su” sociedad— y trasmitir lo que se hace, por qué se hace y sobre todo por qué no se hace lo que no se puede hacer. Tan importante si no más, es explicar lo que se hace en política, como explicar muy bien lo que NO se hace y por qué. Y saber organizar el debate participativo sereno y no insultante, para que la sociedad se sienta representada. Esto último parece en estos momentos imposible, pero es el camino de ser diferente y de demostrar que hay otras formas —si queremos las podemos llamar 2.0 ahora que está de moda este apellido— otras formas decía, de relacionarse desde la izquierda con su sociedad.