Ser de izquierdas no es fácil no sencillo, no es además rentable y mucho menos tiene entre sus facultades la fidelidad a un grupo político determinado ni la inteligencia política para sembrar futuro. Dicho así puede parecer tremebundo, luego, hay que explicarlo.
La fidelidad es compleja pues todo grupo político de izquierdas que llega al poder, sea municipal, autonómico, empresarial o de Estado, tiene tendencia a gobernar pensando en todos y a hacer lo posible para que el Estado funcione. Mal empezamos. Así es complicado mantener la fidelidad a unas ideas que son de una forma cuando no gobiernan y de otra cuando si tocan poder. Entre otros motivos porque sus simpatizantes o afiliados políticos suelen ser gente ilustrada, otro problema añadido. Vamos que se dan cuenta del cambiazo y se quejan o abandonan.
Es imposible pensar igual si lo que se quiere es logar un Estado que funcione. Simplemente porque las fuerzas potentes que controlan, intentan hacer frenar, cambiar de dirección, poner las luces de alarma, tocar el claxon del griterío en los medios o incluso lograr que pinchen o que pongan la marcha atrás. Para eso son fuerzas que llevan muchos años trabajando en la hipótesis del momento en que “ellos” pierden el poder.
La izquierda nunca sienta las bases para el momento de perder el poder. Incluso no las sienta ni para el momento de ganarlo. Si reúnes a una docena de afiliados a un partido de izquierdas y les explicas qué se debe hacer para construir un sistema de defensa de la izquierda, además de odiarte en ese mismo momento es posible que te apaleen. Por eso lo que hacen algunos partidos de lo que se podría llamar izquierdas es no contar con sus militantes para nada. Se evitan el sonrojo.
Uno de derechas lo tiene claro y sencillo. Es de derechas y tiene el camino libre para opinar con su verdad y trabajar por ello. Sin miedos al qué dirán, sin importarle el camino sino la meta. Es de derechas y punto. Tiene bula.
¡Joder!, así es imposible ganar. ¿Cuántos medios de izquierdas hay en Internet?. No se han sentado las bases de la opinión pública de izquierdas; no se ha construido pensando en que se perdería y habría que intentar volver a ganar. Entre otros motivos porque no se confía en independientes; no se cree bueno que existan lugares que sean capaces de criticar de vez en cuando incluso a la izquierda; que incluso —esto ya es de premio a la osadía— que desde la izquierda aprueben con sus palabras y opiniones algunos trabajos de la derecha. Vamos que no se ha construido desde el respeto y la lógica del pensamiento humano, que no digo humanista para no meterme en caminos de piedras. Ser de izquierdas es ser crítico, luego lo lógico es que se permita la discrepancia de opinión, sobre todo para resultar creíble.
Y sobre todo ser de izquierdas no es rentable, porque la palabra “empresa” y “empresario” están prohibidas en su vocabulario. No está bien visto que se piense en términos de empresa aunque sea para referirse a un trabajo en concreto, a una decisión o a una estrategia política. No utilizar las mismas herramientas, las mismas armas, supone jugar en dificultades añadidas. Supone tener menos capacidad de ganar y muchas menos de mantener.