Están preparando el programa electoral para las próximas municipales y las preguntas asaltan sin querer mientras se repasan los apartados. ¿Qué quiere la sociedad? ¿hasta qué punto los políticos van por un camino y la sociedad de la calle por otro? ¿pertenecen los políticos a la “misma” sociedad que sus vecinos de escalera, de trabajo, de tertulia?
Se detecta entre los políticos una segmentación peligrosa para entender las soluciones a los problemas, una diferenciación clara que explicaría muchas disfunciones. La inmensa parte de los políticos que trabajan en la política activa han sido o son funcionarios.
Esto no es ni bueno ni malo, pero es una realidad un tanto especial. Su forma de entender el mercado laboral, las peculiaridades de un sueldo bajo y precario, de comprender lo que es un horario laboral brutal o el riesgo de montar un proyecto es muy inferior a la media de la sociedad. Son personas excelentes a la hora de ser organizadas o de llevar entre menos problemas complejos, pero no tanto en arriesgarse a tomar decisiones. Son personas metódicas pero que huyen del idioma natural de la empresa a la hora de organizarse, que les cuesta formar equipos verticales, que no creen tanto en la motivación de los RRHH como lo tenemos que hacer en el día a día, todos los demás. Insisto que esto no es ni bueno ni malo, es complejo de asimilar y de resolver pues sin duda hay muy pocos políticos que sean también empresarios, que sean trabajadores de taller, que sean amas de casa, que sean parados.
Mientras la inmensa parte de los políticos vengan del mundo laboral de los funcionarios del estado, sólo tendremos la visión miope de una parte de la sociedad a la hora de resolver problemas. Y me da igual que sean de derechas o de izquierdas, pues esta realidad creo que se da por igual en todos los lares.