Tras un día duro para muchos trabajadores, para un país complicado y herido, nos toca a todos hacer balance. Tal vez callado y soterrado, pero balance serio al fin.
No ha sido un fracaso pero tampoco un éxito de participación. No se ha parado el país pero se ha notado la huelga. No hay que seguir insistiendo por ninguna parte en las disensiones pues es un aviso importante y serio que se puede complicar en el futuro. Toca sacar conclusiones, las mismas que ya se tenían ayer, y ponerlas encima de la mesa. Reunirse y hablar, retomar el diálogo responsable y empezar a modificar muchos hábitos erróneos. Por parte de todos. Del Gobierno pero también de los sindicatos, y tener mucha mesura con las nuevas reformas necesarias.
Brotes de violencia sobre todo en Barcelona nos indican que hay que andar con sumo cuidado en los juegos tontos que llevan a la desafección de la sociedad. Estos caminos conducen al caos y no hay una sola parte social responsable, sino varias. Hay que retomar la serenidad, analizar y reconducir la violencia de cierta parte de la sociedad y evitar ciertas actitudes de algunos policías. Queda ponerse a trabajar por los parados, por la juventud, por los cabreados, por los silenciosos, por los jubilados, por los mayores de 55 años que no ven futuro después de trabajar 40 años. Si no es así, la situación será todavía peor.