Yo podría estar ahora hablando con una persona de Senegal, de Arizona o Tokio. Pero estoy escribiendo para nadie, para mi, para permitir que el tiempo se vaya consumiendo. Es la maravillosa realidad de Internet, de la libertad personal para hacer y decidir, para el bien o para la nada, para seguir por el mismo camino o para explorar otros.
Todo depende de mi; también la nada de pende de mis decisiones. Podría elegir cambiar, ser atrevido, seguir quejándome, avanzar hacia el vacío, conquistar el mundo que desconozco. Casi todos nosotros preferimos la nada, la sinrazón de la espera a que sean otros los que nos muevan la vida. Elegimos esperar a la nada.