Observo como a unos estudiantes universitarios les preguntan quien es Merkel, Garzón o Saramago. No sólo no saben en algunos —casi todos— casos quien son sino ni repetir su nombre saben. No les suena a nada. Eso es vergonzoso. Eran personas que se habían presentado a concursos de televisión, que estaban en primero o segundo de carrera, luego con el Bachiller aprobado. ¿Se les puede pedir menos para ser considerados bachilleres?
Es para mear y no echar gota. ¿Qué debemos hacer con los profesores que aprueban a unos alumnos como bachilleres y no saben cual es la capital de Turquía o quien sucedió a Felipe II?
O modificamos la formación básica en este santo país o se nos van a comer a bocados pues es insoportables tener licenciados con los conocimientos básicos que tienen los actuales.
Pero si malo es observar que no lo saben, peor es la cara que se les pone cuando un adulto refleja extrañeza por el desconocimiento observado. Mucho jóvenes no saben lo que SI tienen que saber para ir por la vida. No es imprescindible saber la capital del Líbano, pero si asumir que es más fundamental que saber el nombre del entrenador del Arsenal, aunque sea simplemente porque lo uno permanece y lo otro cambia cada seis meses. Las Ciencias Sociales son las grandes perjudicadas en los estudios básicos. Sin conocer la historia básica de tu territorio, sin saber la geografía que te rodea, sin saber un segundo idioma para entenderles —no para escribir literatura en ella— o sin saber defenderte en la economía real del banco, de los créditos, de las compras y ventas, no podemos figurar como bachilleres de nada.