Parece que hace falta un debate consensuado entre las diferentes partes de este acuerdo que llamamos “sociedad”, y quiero hablar de la edad de la jubilación laboral, que no vital. Aunque admitamos que el problema real es soportar el pago a tantas personas que se jubilan. Y que siguen consumiendo y pagando impuestos.
En cambio, cuestiones tan importantes y que atañen directamente a nuestro modo de vida (organización y calidad de vida) curiosamente nos son impuestas desde el consenso a puerta cerrada, desde los que dicen tener la única verdad, mientras las diferentes voces divergentes callan, tras la puerta invisible del corazón que parece no darse cuenta de lo que es la calidad de vida.
Hecho: La esperanza de vida ha aumentado considerablemente en estos últimos 50 años, y lo seguirá haciendo. No siempre estos años van acompañados de calidad de vida.
Verdad a medias: Este hecho hace insostenible el actual modelo de pensiones, que hay que cambiar. Pero hay muchas maneras de afrontar estos cambios, y no siempre bien explicados de qué manera afectan a las economías públicas.
Mentira: La única posibilidad es aumentar la edad de jubilación. Es falso pues las propias empresas no quieren esa solución. Una persona a partir de los 60 años ya no puede producir lo mismo que un joven. Su experiencia ya no sirve, no está bien adaptado a los cambios. Su salud no es la misma, y por ello su productividad tampoco. Aunque haya excepción muchas veces dependiendo del tipo de trabajo.
Aunque es cierto que vivimos más años, es discutible el hecho de que en los cinco años inmediatamente posteriores a la actual edad de jubilación (los que quieren aumentar para pagar más y jubilarnos más tarde) nos encontremos igual de sanos y productivos.
Lo que sí aumenta su productividad es el estrato de trabajador joven.
Desde la OCDE podemos ver como la producción per cápita en estos últimos 40 años se ha multiplicado por 2,35. Pero hay que analizar desde qué edades laborales se logra ese aumento.
Mientras el ritmo del aumento de la producción per cápita no esté por debajo del aumento de la esperanza de vida, no existe peligro real. Se produce más, luego se puede soportar mejor un aumento de los años de jubilado, añadiendo a los impuestos no solo lo que pagan los trabajadores como futuros jubilados, sino también lo que se debería pagar por el aumento de la producción.
Primero, el canal por el que una parte de la producción se traslada a los estratos más adultos. Un impuesto que fuera capaz de gravar las rentas de capital o de la producción asociada al beneficio, además de las cotizaciones del trabajo, mejoraría la fluidez del dinero, amen de ser más realista en cuanto a la proporción trabajadora y la jubilada, en cuanto a la generación de renta.
Una mayor cobertura social, pública. Es decir, más residencias, centros de día, etc. que revertiera los pagos en jubilación a un trabajo público rentable como actividad.
Hecho: La esperanza de vida ha aumentado considerablemente en estos últimos 50 años, y lo seguirá haciendo. No siempre estos años van acompañados de calidad de vida.
Verdad a medias: Este hecho hace insostenible el actual modelo de pensiones, que hay que cambiar. Pero hay muchas maneras de afrontar estos cambios, y no siempre bien explicados de qué manera afectan a las economías públicas.
Mentira: La única posibilidad es aumentar la edad de jubilación. Es falso pues las propias empresas no quieren esa solución. Una persona a partir de los 60 años ya no puede producir lo mismo que un joven. Su experiencia ya no sirve, no está bien adaptado a los cambios. Su salud no es la misma, y por ello su productividad tampoco. Aunque haya excepción muchas veces dependiendo del tipo de trabajo.
Aunque es cierto que vivimos más años, es discutible el hecho de que en los cinco años inmediatamente posteriores a la actual edad de jubilación (los que quieren aumentar para pagar más y jubilarnos más tarde) nos encontremos igual de sanos y productivos.
Lo que sí aumenta su productividad es el estrato de trabajador joven.
Desde la OCDE podemos ver como la producción per cápita en estos últimos 40 años se ha multiplicado por 2,35. Pero hay que analizar desde qué edades laborales se logra ese aumento.
Mientras el ritmo del aumento de la producción per cápita no esté por debajo del aumento de la esperanza de vida, no existe peligro real. Se produce más, luego se puede soportar mejor un aumento de los años de jubilado, añadiendo a los impuestos no solo lo que pagan los trabajadores como futuros jubilados, sino también lo que se debería pagar por el aumento de la producción.
Claro está, existen diversos problemas:
Si aumentase al mismo ritmo la calidad de vida y el IPC, el pensionista no mejoraría si no existieran medidas correctoras.
Si aumentase al mismo ritmo la calidad de vida y el IPC, el pensionista no mejoraría si no existieran medidas correctoras.
Se produce más pero hay más a los que repartir, de forma que al final te quedas igual. Pero aun así no es sensato pensar que la calidad productiva vaya a ir a la zaga, y sea un problema pagar a más personas.
Por cuestiones biologías y de la Sanidad en los años en los que somos adultos, la esperanza de vida ha aumentado de forma brutal en estos últimos años de vida, pero no podemos creer que la tendencia siga en aumento indefinidamente. Sobre todo teniendo en cuenta las enfermedades asociadas a nuestra forma de vida.
Así que tenemos que pensar en varias cosas.
Así que tenemos que pensar en varias cosas.
Primero, el canal por el que una parte de la producción se traslada a los estratos más adultos. Un impuesto que fuera capaz de gravar las rentas de capital o de la producción asociada al beneficio, además de las cotizaciones del trabajo, mejoraría la fluidez del dinero, amen de ser más realista en cuanto a la proporción trabajadora y la jubilada, en cuanto a la generación de renta.
Una mayor cobertura social, pública. Es decir, más residencias, centros de día, etc. que revertiera los pagos en jubilación a un trabajo público rentable como actividad.
El consumo de las personas mayores no es el mismo que el de los trabajadores, y si bien la dependencia de los más mayores puede ser un coste añadido, también existen beneficios sociales asociados en la perdida de la independencia. Un jubilado mantiene con sus consumos actividades que no mantienen otros segmentos de la sociedad.
Por supuesto, una ampliación de la edad de jubilación sería permisible, pero de forma sostenible y socialmente adecuada.
Por supuesto, una ampliación de la edad de jubilación sería permisible, pero de forma sostenible y socialmente adecuada.
No podemos forzar a según que personas, en según que puestos de trabajo, sobre todo si hay alternativas (muchas más de las propuestas aquí, que son un simple esbozo personal) mejores y más sociales.
MPA