¿En manos de quién estamos? No creo que lo sepamos, en serio, me da incluso miedo pensar en la suma de barbaridades ilógicas que hemos sido capaces de realizar en una semana en este santo país, desde las tribunas políticas.
En un país con tantos millones de ciudadanos sin futuro ni trabajo, lleno de deudas personales y públicas, sin rumbo político, con los ayuntamientos secos, presionado por los jetas de la economía de laboratorio, en entredicho en las cocinas políticas de medio mundo, cerrando empresas sin control, y…, si, dedicamos toda nuestra fuerza política de una semana tan importante a dividirnos entre unos políticos representativos que dedican la mitad de su tiempo a hablar de Cataluña mientras otros no escuchaban o incluso no asistían; y toda nuestra fuerza como sociedad en aplaudir a unos futbolistas —que incluso se lo merecen, pero no en esa medida— como si fueran gladiadores de la Roma que no sabía publicar cultura. Ni una idea, ni una solución para las familias que sufren el desempleo.
¿En manos de quién estamos? ¿es imposible estar en manos de otros representantes?. Parece esto más un alegato hacia un cambio de sistema, con el miedo que me da este tipo de planteamientos, pues siempre nos llevan hacia dictaduras sangrientas y lo sé. Soy un irresponsable si me quejo con dolor y critico a los que organizan estos desmanes, olvidando en un cajón lo que no les interesa sacar. Y lo soy porque en mi crítica, al no saber ofrecer alternativa mejor, se esconde siempre la mano sutil pero certera y agresiva de los dictadores que buscan aguas revueltas. Cuando escuché alguna intervención en el Congreso, el otro día, se me agrietaron las entrañas pues me recordaban años viejos. Creo que UPyD está haciendo un trabajo excelente, emponzoñando con sus ideas el debate del siglo XXI, llevándoselo al XIX. Pero entiendo que tal y como lo hacen el resto, sus postulados pueden triunfar. Lo entiendo aunque no me guste. ¿En manos de quién estamos?