Nos levantamos diariamente esperando a ver que se pública sobre nosotros en la esfera internacional. El panorama nacional nos lo sabemos al dedillo, y esperamos que sea fuera donde las perspectivas comiencen a ser positivas.
El nuevo contrato de trabajo se mantiene sin acuerdo. Nadie cede, nadie da, nadie mira más allá de sus propios intereses. Todos culpan al otro y todos gritan al cielo, y los españoles miran al televisor sin saber si alegrarse o llorar ante las buenas nuevas.
Vendemos deuda de forma holgada pero el contento nos dura hasta que el Financial Times nos vuelve a meter en el saco de la oscuridad, aludiendo a una preparación por parte de la UE de un rescate, algo desmentido por un comisionario de la UE, que queda ahí como puntilla escrita.
Porque lo de que la información es poder tiene más sentido que nunca. La información mueve el dinero de una forma directa y rápida. Los periódicos más populares, igual que los “gurús” de la economía (los mismos que estafaron a medio mundo, sí), dicen cuatro palabras y los mercados se tiñen rojo. El rojo demuestra las palabras del gurú, o del periódico, y aquí todos contentos.
Los países siguen en pugna por sus propios resultados. Alemania publica un recorte de 80.000 millones, (¿necesario?), buscando llegar a un dato numérico que ahuyente los malos espíritus de la credibilidad financiera.
Muchos criticaban a los mercados, a las agencias de Ratings, a los especuladores… pero seguimos moviendo la economía para todos ellos, para no asustarlos, para que no hablen mal de nosotros. Seguimos esperando que sean ellos quienes suban nuestras bolsas, quienes nos pongan AAA en nuestra deuda, quienes suban el euro y hablan bien de nosotros en la ruleta de la fortuna que es el periodismo especulativo.
Es como criticar a los hipócritas e irte a cenar con ellos todas las noches. Al final te conviertes en uno de ellos. Yo al menos me siento así.