La sinceridad debe ser una constante, incluso desde el error. He estado en la manifestación de Zaragoza, en contra del aumento de la edad de jubilación. Hemos sido muy pocos. Sobre unas mil personas. Lo siento, yo sé contar las manifestaciones. No es la primera vez que lo hago, ni la décima.
Se notaba sobre todo la presencia de afiliados de la UGT, casi todos con camisolas de plástico y grandes banderolas, pero mucha menos gente de CCOO y un pequeño grupo del PCE. Nadie con pancartas de otros sindicatos.
Muy pocos, pero menos si restamos a los afiliados de movilización fija. Con sinceridad, gente de la sociedad laboral, gente de a pie, y tú me entiendes, cuatro y casi despistados. Muy mal y lo siento en el alma. Muy mal.
¿Dónde está la gente cabreada?, ¿la gente con muchos problemas laborales?, ¿los de 50 años?, ¿los parados?.
¿No hay parados en Zaragoza?
Me preocupa y mucho esta sensación de incapacidad social, de abatimiento, de asco colectivo. Me preocupa más la abstención social que el cabreo manifestado. El primero puede producir miedo, pero en cambio el segundo sirve para avanzar o al menos para desahogarse.