De todos es conocida la devoción que la Semana Santa tiene en algunas zonas de España, sobre todo Andalucía, pero sin olvidar algunas comarcas de Teruel, zonas de Castilla León o Murcia. Menos conocida es la importancia de las celebraciones de Zaragoza, con gran número de procesiones de gran calidad artística a la vez que turísticas, que se multiplican cada año con gran fervor pero también con excelente orden y calidad representativa.
Hoy mismo “la Sexta TV” ha dejado claro que las celebraciones de la Semana Santa, tal y como las conocemos nosotros, no tienen parangón en ningún país del mundo. Son una representación religiosa de una gran devoción (a veces algo manipulada) en donde se mezclan diversos factores entre los que no son desdeñables ni el artístico, ni el turístico, ni el músico o incluso el organizativo social. No es fácil poder explicar todo lo que se mueve dentro de una cofradía, de una procesión y qué motivos mueven a cada persona a participar en sus diferentes formas de la Semana Santa. Desde los que enseñan a los que aprenden durante meses, desde los que se dejan los dedos con los timbales a las mujeres vestidas de “manolas”, desde los que portan los pasos a los que desde niños se visten de cofrades. Es complicado encontrar palabras para explicar este fenómeno, más cuando nos consta que muchas de estas personas no son practicantes católicos.
La Semana Santa tal y como la conocemos no es una celebración ancestral en la mayoría de los casos, pues el crecimiento vino a partir de los años 40 del anterior siglo, pero va creciendo en número y en calidad organizativa, precisamente ahora en que (me) parece menos usada la religión por la sociedad actual. Un fenómeno complejo de exponer a un foráneo, sin caer en la falsa explicación simple, de que detrás de todo esto se encuentra sencillamente la fe y la religión.